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Gestión mata relato

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francisco faig
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Hay que insistir sobre un balance muy positivo de la alternancia política de 2020: las mejoras en la seguridad pública.

El comparativo marzo-febrero 2019-2020 con el mismo período 2020-2021, es decir, el último año de gestión del Frente Amplio (FA) con el primero de la coalición republicana (CR), en los tres delitos más importantes, es contundente: los homicidios pasaron de 400 a 318; las rapiñas de 31.289 a 26.987; y los hurtos de 140.224 a 113.100. Bajas así de radicales no se vieron en ningún año de los quince que gobernó el FA.

Hay un dato que puede distorsionar la comparación: las consecuencias iniciales de la menor movilidad de marzo-abril por causa de la pandemia. Sin embargo, esa distorsión, si existió, no puede considerarse para todo el período anual, ya que es evidente que desde el final del otoño 2021 se consolidaron, en varias dimensiones, actividades económicas y sociales normales en todo el país. Además, la delincuencia no se detiene por causa de pandemia; incluso, al contrario, se podría suponer su agravamiento como consecuencia de cierto evidente bajón económico, sobre todo en los barrios populares.

En vez de reconocer el cambio, la oposición ha promovido un relato paralelo. Primero, intentó poner en tela de juicio la fiabilidad de las cifras oficiales; luego, hizo de la quietud por la pandemia la única gran causa de las mejoras; además, criticó con estruendo y falsedades la mayor presencia y mejor represión policiales, incluso dando a entender que se había instalado con la CR un régimen que violaba garantías individuales; finalmente, ha buscado el pelo al huevo afirmando, por ejemplo, que la baja en los delitos de violencia doméstica fue porque las mujeres ahora no se atreven a denunciarlos como antes.

Al mismo tiempo, aquellos analistas que por años señalaron la inevitabilidad del aumento del delito diciendo tonterías como, por ejemplo, que la inseguridad se trataba de un fenómeno mundial, o que aplaudían casi todas las medidas anunciadas por Bonomi aunque ellas nunca redundaran en mejoras concretas, parecen haber quedado, de golpe, mudos. Y no se trata de una dimensión menor del asunto: el país sufrió una pandemia de delitos bajo las administraciones del FA por causa de una gran ineptitud gobernante, pero además sufrió la complacencia analítica y discursiva de demasiados comentaristas, en general pro- izquierdistas, que explicaron, con afán maquillador y justificador, ese desastre del FA.

Hoy, la situación está muy lejos de ser correcta: sufrimos, por ejemplo, 74 rapiñas (robo con violencia) por día. Interior lo tiene claro. Empero, no solamente los resultados concretos son mejores que hace un año, sino que las actitudes simbólicas son también muy distintas: si un policía es asesinado en una rapiña, por ejemplo, ningún jerarca del gobierno cuestionará qué estaba haciendo allí el policía abatido, como sí ocurrió, y varias veces, por parte de la dupla Bonomi-Vázquez.

Parte de la altísima evaluación de la administración Lacalle Pou seguramente se de-ba a los mejores resultados en seguridad pública. La gente, harta y desesperada, votó un cambio en 2019, y hoy percibe que las promesas electorales se están cumpliendo. Es sencillo de resumir: buena gestión mata relato zurdo.

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