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Con la más fea

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Francisco Faig
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Ayer Turquía, hoy Argentina y mañana Brasil. Los países emergentes sufren el encarecimiento en la financiación de sus déficits, por la previsión del aumento de las tasas de interés como consecuencia del buen ritmo de crecimiento, del pleno empleo y de la inflación controlada de Estados Unidos: la más fea llegó al baile.

Las perspectivas de crecimiento bajan, cuando no señalan incluso cierta recesión en puerta; el gasto público está por encima de las reales posibilidades de recaudación, por lo que el déficit fiscal primario se mantendrá demasiado alto como para hacer sostenible la trayectoria de largo plazo de la deuda; el salario real ya no crece; la inflación está fuera de rango y con un dólar más alto es imposible que se encuentre entre el 3% y el 7% anual; el dólar presiona al alza y el Central no podrá contenerlo eternamente a razón de 100 millones de dólares de ventas diarias. Además, toda esta nueva coyuntura reformula los cálculos empresariales para las negociaciones colectivas. Sobre todo, los salarios privados difícilmente podrán mantener su actual poder de compra. La más fea encontró una música para bailar.

Buenos Aires seguramente resuelva sus urgencias financieras, pero no logrará por ello volver rápidamente a una senda de crecimiento económico. La clase media argentina no hará turismo masivo, como en los últimos veranos, en Uruguay. Todavía falta sufrir las previsibles turbulencias financieras y de tipo de cambio, con inevitables consecuencias regionales, que llegarán por causa de la impredecible elección presidencial brasileña de octubre. La más fea quiere bailar.

Principales referentes del Frente Amplio, apelando a la vieja creencia de que solo los marcianos estiman que el dólar saltará, afirman que el país está blindado. Vázquez, apelando a muletillas que en el pasado le dieron gran resultado, intenta una distracción con aquello de hacer la bandera y las pompitas de jabón. No importa lo que digan analistas económicos de distinto pelo, todos críticos del nivel del gasto público y de la competitividad de la economía; no importa tampoco que, desde enero, el campo haya señalado claramente que así no se podía seguir; y no importa que todo el argumento macroeconómico para mantener el grado inversor haya perdido sustancia en estos días. Evitamos mirar a la más fea.

Se sabía que la situación económica estaría más complicada. Como en 1999 con la devaluación brasilera, podía pensarse que el gobierno haría su juego para evitar enfrentar 2019 en falsa escua-dra económica. Evitar, en definitiva, golpear más las chances electorales frenteamplistas ya notoriamente menguadas por otros rotundos fracasos, como el de la inseguridad y el de la extendida corrupción. Sin embargo, la aceleración de la desconfianza internacional que empezó este verano boreal con la situación turca echó por tierra todos esos cálculos. Solo la más fea queda sin bailar.

Mujica viene de contar sus fábulas con moralejas entre ciertas crédulas clases medias europeas. Ahora, con este complicadísimo escenario electoral, recorre el Interior para terminar de dar mayor legitimidad política a su candidatura presidencial. Dirá luego que oyó la voz del pueblo y que ella le pidió que saliera a la pista.

Porque no cualquiera baila con la más fea.

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