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Encontramos petróleo

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El arreglo se hará a la uruguaya. El Estado pondrá 750 millones de dólares, Ancap funcionará con algún lavado de cara y todo seguirá tan campante.

El arreglo se hará a la uruguaya. El Estado pondrá 750 millones de dólares, Ancap funcionará con algún lavado de cara y todo seguirá tan campante.

El partido de gobierno reivindicará que no hubo irregularidades, que en su jerga quiere decir que nadie robó nada. Porque en la Ancap del Uruguay progresista si en dos años se pierden 500 millones de dólares, si las inversiones terminan costando hasta cuatro veces más de lo previsto y operan a pérdida, si se beneficia a la barra con subas salariales mucho más altas que el resto, y si el sector de Sendic hace campaña y gana la interna en ancas del eslogan publicitario del ente público, lo que hubo, a lo sumo, fue problemas de gestión. Nunca irregularidades.

En el país progresista, en el que la elite “watsappea” en los cursos de la Universidad, y en el que los escasos integrantes de las clases populares que logran ir al liceo no entienden los textos que leen, 750 millones de dólares no quiere decir nada. Sin capacidad de abstracción suficiente, la in-cultura del ciudadano medio no imagina ni ata conceptualmente esa cifra con las penurias del país. Y los que entienden un poco más del asunto prefieren no atar nada, no vaya a ser que se perjudique así al gobierno amigo. Un solo ejemplo: con un 5% de esa plata, todas las comisarías del país podrían tener ya funcionando las tobilleras electrónicas de buen resultado contra los denunciados por violencia doméstica (algo que está previsto recién en tres años).

El problema no es solamente qué escasas capacidades pueda tener un bachiller en biología para presidir una empresa pública como Ancap, acompañado de directores políticos a los que se la jopean con facilidad. Ignacio Munyo escribió aquí con razón que el problema es más sustancial y atañe al diseño institucional de las empresas. Con el sistema actual, estamos al fondo de la tabla, incluso comparados con la región.

Pluna ya se cargó 350 millones, y el día que se preste atención a Antel o UTE se encontrarán otros agujeros negros. ¿Pero alguien cree de verdad que quienes promueven los parches a la uruguaya sean capaces de cambiar el diseño institucional de las empresas públicas?

La gente no votó a la izquierda para cambiar algo. Fue para que administrara la bonanza sin exigencias de reformas rigurosas y con un extendido y feliz clientelismo. Nadie quiere complicarse: ni el gobierno, ni la ciudadanía.

La mayor maldición nacional llegará pronto: el día en que se confirme que encontramos petróleo de explotación rentable. Porque este país con esta Ancap fundida y recapitalizada, con esta institucionalidad y con esta autocomplacencia, no será capaz de administrar ese recurso con cabeza noruega o canadiense. Más bien seremos ideal paciente para atrapar el llamado mal holandés, que refiere a las consecuencias dañinas que provoca en la economía el aumento importante en los ingresos de divisas como resultado de la exportación de un recurso natural como el petróleo.

El nuevo uruguayo optimista dirá que, llegado el momento, aparecerá un cambio legal más exigente, como fue el caso de la megaminería con Aratirí. Es el mismo que cree que esto de Ancap no es tan grave. Es el que sigue creyendo que vamos bien. Y es el que sigue siendo mayoría.

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Francisco Faig

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