Publicidad

Difícil para Rodelú

Compartir esta noticia
SEGUIR
FRANCISCO FAIG
Introduzca el texto aquí

El presidente de Antel, el que estaba designado para vicepresidente de Puertos (ANP), el que iba a ser director regional de ASSE, el presidente de la Corporación para el desarrollo, y el canciller con crisis vocacional: ¿no son muchos los que fallan a solo cien días de arrancar?

Un partido político no es solamente una organización que representa a una parte de la opinión pública y busca alcanzar el poder. También es un reclutador de dirigentes para ejercer ese poder que precisa de jerarcas en el Estado. La militancia conjunta, el aprendizaje del oficio, las diferentes capacidades y los matices de los perfiles individuales, el conocimiento colectivo hecho de enfrentamientos y fraternidades que forjan a los partidos, son todas dimensiones de esa preselección de elencos afinada, dura y competitiva.

En definitiva, las élites dirigentes partidarias se van puliendo en años de trabajo conjunto y de conocimiento mutuo que terminan siendo claves al momento de gobernar. Eso, que es bien sabido, se contradice con las ruidosas bajas que hubo en las jerarquías del nuevo gobierno. Pero es una contradicción que se explica por dos motivos.

En primer lugar, si se presta atención al perfil de los renunciantes o renunciados, todos tienen en común carecer de gran experiencia política. En efecto, ninguno tuvo una fuerte socialización partidaria hecha de muchos años y pesado aprendizaje proselitista en común: el caso más importante hasta ahora del expresidente de Antel, es también el más ilustrativo, porque si se analiza al ministro del ramo, que fue quien lo recomendó para estar allí, se verá que tampoco cuenta con militancia partidaria.

En segundo lugar, los nombramientos fallidos dan cuenta de un problema estructural: en el estado actual de nuestras élites sociales y políticas, con los relativamente bajos incentivos económicos y el desgaste feroz propios de la alta función pública, es imposible llenar con elencos de calidad todos los cargos relevantes de nuestro hipertrofiado Estado.

¿Cómo se convence a alguien formado y con perfil de liderar Antel, por ejemplo, si para hacerlo debe renunciar a un salario igual o mayor en su actividad privada y además quedar a merced de la máquina de picar carne que es la política? Termina entonces ocupando el lugar un integrante del corporativismo más rancio de Antel, que termina siendo echado por su inaudita torpeza política (pero que igual mantiene su cargo en el organigrama del ente).

Gente para poner siempre hay. El problema es que no son tantos los buenos para ocupar tantos cargos relevantes, y entonces terminan integrándose al mando del Estado dirigentes de bajo nivel técnico y político, para quienes los salarios públicos que recibirán son, igualmente, altísimas retribuciones comparadas con los menguados ingresos que perciben en sus actividades privadas fuera de la política. Ejemplifico: para un Sendic, cualquier salario público será siempre más que lo que pueda ganar en la actividad privada sin poseer título terciario alguno; para un jubilado militar de ideas prejuiciosas y torpes, el salario y el estatus de la ANP siempre será mejor que su vida de cloaca en Facebook.

Se precisa más integración y formación política de cuadros, y muchos menos cargos jerárquicos en el Estado. Difícil para Rodelú.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premiumFrancisco Faig

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad