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Cucos, ¿imaginados?

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Hay preocupación por la deriva autoritaria que implicaría la tercera mayoría en Diputados de un Frente Amplio atiborrado de votos radicales. Pero se señalan cucos que la gente no ve. ¿Vale ahora que Andebu critique la ley de medios como propia de regímenes “autoritarios” o “estalinistas”? ¿Alguien puede creer que el sentido común ciudadano que acaba de votar muy mayoritariamente a Vázquez, y a Mujica al Parlamento, esté de acuerdo con esta reacción (o siquiera le importe)?

Hay preocupación por la deriva autoritaria que implicaría la tercera mayoría en Diputados de un Frente Amplio atiborrado de votos radicales. Pero se señalan cucos que la gente no ve. ¿Vale ahora que Andebu critique la ley de medios como propia de regímenes “autoritarios” o “estalinistas”? ¿Alguien puede creer que el sentido común ciudadano que acaba de votar muy mayoritariamente a Vázquez, y a Mujica al Parlamento, esté de acuerdo con esta reacción (o siquiera le importe)?

A lo largo de una década la televisión abierta privada menospreció la relevancia de los programas periodísticos-ciudadanos. Lo poco que hubo salió en pantalla a horarios tardíos, imposibles de seguir para el que se levanta temprano a trabajar. Los canales privados privilegiaron los enlatados argentinos o brasileños, que son tan sonados como livianos. Se prefirió seguir el gusto popular antes que intentar cualquier esfuerzo de formación ciudadana a través del debate y del análisis: mucho fútbol y mucho chimento, y poca producción periodística informativa de fondo. Recién en estos tres últimos años apareció “Santo y Seña” en horario central, y ahora alguna propuesta por las elecciones. Pero visto en el largo plazo, hubo mucho de acompañar al poder y muy poco de ejercer el cuarto poder.

Así las cosas, se fue asentando la autocomplaciente percepción de que somos mejores y distintos. Aquí no hay populismo como en Argentina; aquí Pepe demostró no ser radical; aquí somos ejemplo de probidad (y dale con el presidente más pobre y blablablá); aquí somos capaces de grandes hazañas: humildes, solidarios, reformistas y ejemplo mundial.
Los politólogos compañeros tuvieron sus tribunas en todos los medios para explicar que el Frente Amplio moderó su propuesta y que Pepe había domesticado al ala radical. Algún impuestito más, alguna pequeña inconstitucionalidad, algún plebiscito contrariado; pero, dijeron, nada sustancialmente grave. Al contrario: el éxito económico fue atribuido a la buena administración astorista; y la campaña del Presidente que violó la Constitución fue porque “Pepe es así”.

Con esta progresiva formación de la opinión del sentido común ciudadano, en la que los medios de comunicación tuvieron tanto protagonismo por acción y omisión, rasgarse ahora las vestiduras y denunciar autoritarismos es agitar cucos inverosímiles. La ley de medios se aprobará. Y si gana Vázquez, seguramente se votarán otras leyes propias del giro a la izquierda que fue mayoría en octubre y que profundizará el talante antiliberal del país. Y todo aquel que proteste quedará como la Casandra de la mitología griega: tenía el don de la profecía, pero nadie creía en sus pronósticos.

Para enfrentar mejor lo que va a pasar sería bueno mirar con honestidad lo que ya pasó. Y en esta década pasó que mientras se fue corriendo el límite de lo aceptable de nuestra convivencia liberal, la cultura hegemónica tuvo a su disposición medios y tribunas para explicar y justificar las bondades del camino frenteamplista y de su afable Pepe. Entretanto, nuestras felices altas burguesías, todas ellas, disfrutaron de la bonanza porque, entre nosotros, nada era institucionalmente tan grave como auguraban las Casandras.

¡A no engañarse! Muchas de ellas, además, votaron a Vázquez en octubre. Barrigonas y contentas, lo harán de nuevo. Luego, despreocupadas, disfrutarán del verano y sus bacanales en el Este.

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Francisco Faig

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