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El crucifijo de Evo

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Evo Morales pensó que era un buen presente para regalar a este Papa removedor: Jesús crucificado tallado en madera sí, pero sobre una hoz y un martillo que forman, como se sabe, el universal símbolo comunista.

Evo Morales pensó que era un buen presente para regalar a este Papa removedor: Jesús crucificado tallado en madera sí, pero sobre una hoz y un martillo que forman, como se sabe, el universal símbolo comunista.

La explicación de Francisco, más tarde, intentó atarlo todo: “Espinal (el diseñador del crucifijo) era un entusiasta del análisis de la realidad marxista, también de la teología, y usando el marxismo para esto. Y nació esta obra. (…) Luchaba con buena intención. Haciendo hermenéutica en este sentido, entiendo esa obra”.

Francisco sabe que debe prestar atención a los continentes que tienen por delante el mayor crecimiento demográfico potencial de católicos en el mundo: América, Asia y África. Sabe también que una Iglesia llena de señores mayores conservadores no logrará avanzar en su tarea de evangelización. Se da cuenta, finalmente, que hay una enorme competencia cristiana que va ganando adeptos y que, de mantener su auge proselitista, pondrá en tela de juicio la hegemonía romana en Latino-américa.

Su prédica en favor de los más pobres entra en sintonía con los discursos de esta década progresista que ha vivido Sudamérica. Su apertura, con ese “olor a oveja” que pretende tenga su Iglesia por doquier, precisa incluir la variedad y la periferia en el centro del catolicismo. Sin embargo, Evo, con su crucifijo, marcó involuntariamente un límite que Francisco sabe no debe franquear, si quiere evitar que la siembra de la renovación en su Iglesia termine cosechando la ruptura de la sacrosanta unidad apostólica y romana. El porteño, vivo, dice hacer hermenéutica para entender. Pero, inteligente, sabe que ese símbolo es injustificable intelectual, política y sobre todo teológicamente.

En la Iglesia de Juan Pablo II, santificado por Francisco, no puede haber lugar para la ambigüedad con relación al comunismo. La periferia latinoamericana podrá aportar novedad, compromiso y testimonios de fe y amor por el prójimo. Pero si va a liarse con algo parecido al comunismo, así sea un poco folclórico con color indigenista o acento filojesuita, provocará arcadas en otras importantes greys del mundo, como por ejemplo, en Europa del Este, América del Norte, la vasta China o la partida Corea.

Es que en esas regiones llenas de católicos no hay hermenéutica ni buena intención que puedan disimular los terribles crímenes y abusos que, se sabe, fueron perpetrados por la hoz y el martillo contra católicos por ser católicos y, en general, contra cualquier disidente en los regímenes comunistas.

Porque, conviene recordarlo en este continente nuestro que disfruta de la musicalidad del charango y la quena, pero que tan poco respeta la dignidad de la verdad histórica, los regímenes marxistas leninistas fueron y son, todos y sin excepción, feroces dictaduras que violaron sistemáticamente los derechos humanos. Capaz al “entusiasta” Espinal se le escapó este dato al diseñar su crucifijo. Pero al Vaticano, seguro que no.

Para revitalizar su Iglesia, es razonable que el Papa quiera ganar protagonismo entre los más pobres. Pero no por ello ha de aceptarse cualquier símbolo. Porque si no, cualquier día de estos, en su aposento en la Santa Sede, a la vista discreta del fiel crucifijo de Espinal de Evo, Francisco logrará el milagro tan discepoliano de hacer llorar la Biblia junto al calefón.

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Francisco Faig

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