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Cordón sanitario y LUC

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FRANCISCO FAIG
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Hace muy bien el presidente en avanzar en el tratamiento de la ley de urgente consideración.

Y hace muy mal el Frente Amplio en seguir en su necia posición de no aceptar la nueva configuración política del país.

Antes de la pandemia ya la izquierda quería trancar la LUC. Desde la academia, el zurdo croar politológico dio a entender que ese instrumento tenía carácter autoritario, en una muestra más de su ridículo partidismo frenteamplista. Desde lo sindical, los petisos fascistas del gremio de profesores de secundaria ya habían hecho un paro preventivo contra el borrador de LUC. Y desde lo político, ya el FA había puesto en tela de juicio la urgencia y la amplitud del texto presentado en verano, oponiéndose así a que el gobierno avanzara en su camino reformista.

En plena pandemia, a la izquierda no le funcionó una caceroleada contra el gobierno; luego, tampoco le anduvo operar con el gremio médico para deslegitimar las medidas por la emergencia sanitaria; y finalmente, tampoco prendió su inusitada tontería de proponer impuestos al “gran capital”, que fue un planteo para intentar desprestigiar a un gobierno cuyos mayores esfuerzos han ido a la atención de los más necesitados.

Luego de esta acumulación de fracasos, que incluso logró que la servil y esforzada sonrisa de yerno meritorio se quitara del molde bolchevique del rostro de piedra de Javier Miranda, la nueva tesis del FA es que no es oportuno tratar ahora la LUC porque la atención política debe concentrarse solo en la pandemia. No es más que una nueva tontería: en estas semanas de crisis, el Parlamento ha tomado varias decisiones sustantivas sin dificultad política o logística alguna.

La verdad no es esa. La verdad es que desde la noche misma del balotaje la izquierda no termina de asumir su clara derrota. Sigue creyendo que perdió “por el anca de un piojo”. Sigue autoasignándose el monopolio de la legítima representación del pueblo. Y no acepta que los 56 diputados y 18 senadores que forman la coalición de gobierno sean la mayoría parlamentaria más amplia de las últimas décadas.

Importa entonces recordar la estrategia llamada del “cordón sanitario”. Ella consiste en aislar a una izquierda que, notoriamente, no acepta la legitimidad del nuevo rumbo que por amplísima mayoría tomó el pueblo en las tres veces que fue convocado a las urnas en 2019. Como un eco que solo se escucha en el encierro que impone el alto muro de yerba del comité de base, hay que tener muy claro que la zurda queja sobre esta LUC solo conmueve a los que comulgan con esa fe partidista y sectaria.

Si en la academia, la política o los sindicatos, cual convencidos y militantes hare krishna, los izquierdistas quieren tomarse de la mano en una sesión de zoom, con sus atuendos grises y desgastados, sus campanitas rítmicas y sus libritos de bolsillo del catecismo ilustrado del perfecto leninista suavemente ondulado, para canturrear juntillos, de ojitos en blanco y a coro intemperante, sus mantras contra el neoliberalismo-autoritario, pues que lo hagan libremente. Pero eso sí: acéptese también que el país no puede permitirse que tanto afán religioso impida su progreso.

Así que bienvenido el cordón sanitario. Y que avance con decisión la aprobación de la LUC.

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