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Coalición republicana

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FRANCISCO FAIG
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El fin del ciclo electoral dejó un amplio respaldo ciudadano al oficialismo: 16/19 intendencias; 56/99 diputados; 18/31 senadores; 93/125 alcaldías; y la gran mayoría de ediles y concejales electos en todo el país.

El cambio de signo político es enorme, y comparable con el triunfo del Frente Amplio (FA) en el ciclo 2004-2005, cuando logró 52 diputados, 17 senadores y 8 intendencias (muchas de las cuales en los departamentos más poblados).

Las mayorías claras de las tres elecciones de 2019 no fueron pues una excepción. La elección del 27 de setiembre ratificó que la gente dio por rotundamente terminada la era frenteamplista en el poder. En efecto, ganó la coalición republicana, es decir, la conjunción de partidos que coincidieron en el programa de gobierno nacional que apuntaló el triunfo del balotaje, y que se diferencian fuertemente del FA. En palabras de Sanguinetti, de un lado están los que creen que Venezuela sufre una dictadura, y del otro lado están los que apoyan a Maduro.

Dentro de esa coalición republicana, el Partido Nacional (PN) es el de más votos, pero precisa de colorados y cabildantes para constituir una alternativa creíble al FA. Que quede bien claro: los blancos, solos, no ganaban ni en noviembre, ni en muchos de los departamentos en los que triunfó el lema PN en setiembre. Y la alquimia de todos esos triunfos precisó también que junto a los partidos tradicionales apareciera un nuevo actor, distinto y complementario, como es Cabildo Abierto. Todos diferentes, pero sumando en coalición.

Es interés de todos los partidos que integran esa coalición, cuidarla. Eso implica hacerla crecer en Montevideo, seguramente liderada por Raffo que ha mostrado entender bien el nuevo esquema coaligado. Implica también hacerla alumbrar en Salto y en Canelones: no solamente porque es la única forma de ganar en lo departamental, sino porque es también la mejor manera de contrarrestar liderazgos izquierdistas locales que pretenderán legítimamente tomar vuelo nacional para 2024. Finalmente, implica que los intendentes blancos que ganaron con el lema PN, pero fueron apoyados por colorados y por cabildantes, gobiernen localmente con espíritu de coalición.

El pueblo dio muchas herramientas a la coalición republicana para operar los cambios que se precisan para retomar la senda de desarrollo y bienestar. Hay expectativa popular y habrá, naturalmente, juicio democrático: así ocurrió cuando la mayoría votó al FA en 2004- 2005 y luego se fue desencantando de la izquierda. Y así ocurrió también con el gobierno de Jorge Batlle, que acumuló gran legitimidad de origen (55 diputados, 18 senadores y 18 intendencias) y que, carcomido por la crisis, terminó en alternancia política y fuerte caída colorada. El pueblo es capaz de brindar amplias herramientas, pero también de quitarlas radicalmente si se ve frustrado.

La coalición republicana llegó para quedarse. Lo sabe Manini Ríos, lo sabe de memoria Sanguinetti, y lo tiene claro toda la generación de cuarentones que son la renovación del PN y que están llamados a ser grandes protagonistas de los próximos quince años. El pueblo habló en las urnas y fue claro. Ahora queda gobernar bien y no defraudar las expectativas populares. Queda pues, un desafío político enorme.

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