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Y tan campante

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Francisco Faig
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Ningún partido defiende una política de una impopularidad tal que implique estar seguro de perder la siguiente elección. ¿Cómo puede ser entonces que el Frente Amplio siga sustentando al equipo del ministerio del Interior, cuando hace ya más de una década que los principales registros de delitos muestran una sostenida degradación de la seguridad ciudadana?

Hay un antecedente muy importante: en la recta final de la campaña para las elecciones de 2014 y a pesar de las fuertes críticas que ya se verificaban entonces por una mayor inseguridad, Vázquez respaldó explícitamente a Bonomi. El resultado fue contundente: la gente no solo no lo sancionó electoralmente, sino que además el Frente Amplio ganó con mayoría absoluta en el Parlamento.

Se podrá decir con razón que en estos tres años la situación empeoró: hay más homicidios, muchos más hurtos y, sacando la excepción de 2017, más rapiñas denunciadas. Pe-ro si se analiza en detalle resulta que ese empeoramiento es en verdad desparejo.

Por un lado, la situación francamente insoportable se da en los barrios populares de Montevideo, que es también donde el voto al Frente Amplio por lo general supera el 60% del total. A pesar de lo mal que allí se vive, la izquierda actúa como si en esas zonas no fuera a haber sanciones electorales por causa de una mayor inseguridad.

Por otro lado, los barrios más acomodados y de clases medias del mundo metropolitano sufren comparativamente menos delitos. En Cordón en 2017, por ejemplo, se denunciaron 266 rapiñas y hubo 4 asesinatos. Con ser mucho y muy grave, no se compara con el infierno de Casavalle donde el año pasado hubo 668 rapiñas y 18 asesinatos. También, quienes residen en Pocitos, por ejemplo, no han tenido que abandonar sus hogares por amenazas de muerte de parte de bandas armadas que hayan decidido tomar sus casas por la fuerza, como ocurrió en Casavalle; ni tampoco han amanecido con cadáveres de jóvenes en el frente de sus casas, asesinados de varios balazos por ajustes de cuentas mafiosos, como ya ha ocurrido en la zona del Cementerio del Norte.

La clave es que en esos barrios y zonas de clases medias es donde muy mayoritariamente residen los periodistas, analistas, políticos y formadores de opinión en general, que son además, quienes más inciden en la conformación de la agenda de temas que marcan la opinión pública. Su trajinar cotidiano en una sociedad geográficamente cada vez más segmentada ignora el infierno diario de la inseguridad que sufre el mundo popular. Se desenvuelven así en un estado de bienestar relativo en el que se asienta la idea de que este país es un "sitio amable" para vivir, según la formidable expresión del destacado politólogo Garcé.

Así las cosas, este talante de relativa paciencia y mayor complacencia de parte de quienes más inciden en la formación de la opinión pública es el que permite al Frente Amplio evitar una agenda malhumorada y urgente que lo obligue a cambiar su política de seguridad. Los de abajo, que viven un infierno, los han llenado de votos. Y los del medio, muchas veces, también afines ideológicamente, exigen poco y soportan mucho.

Cuando en el pasado sostuvo a Bonomi, la izquierda calculó muy bien electoralmente. Esta semana lo hizo de nuevo. Y tan campante.

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