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Caer en la realidad

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Francisco Faig
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Se acabó el mundial para la celeste. El país cae de nuevo en la realidad de sus problemas cotidianos cuando se abre además un tiempo político preelectoral clave.

Seguramente de aquí a diciembre se terminen de definir las precandidaturas que competirán en las internas de los principales partidos, y en estos meses también se operarán las reorganizaciones de los apoyos sectoriales para conformar las ofertas detrás de los diferentes liderazgos. Hace mucho tiempo que los procesos ya están en marcha, por lo que no habrá mucha sorpresa que rompa con los escenarios partidarios que hoy en el mundo político todo el mundo más o menos conoce y calcula.

La clave no estará sin embargo en todo lo anterior, que se moverá dentro de los carriles previsibles, sino en la capacidad que tengan los principales referentes y candidatos de ese sistema político para plantear, debatir y aportar soluciones al problema más grave que tiene el país: las fragmentaciones y fracturas sociales que rompieron ya los lazos de solidaridad necesarios para construir un futuro nacional común.

Hay que caer en la realidad. Por un lado, la inseguridad por doquier, pero sobre todo en los barrios populares de los mayores centros urbanos, está completamente fuera de control. Hay casos que debieran despertar alertas gravísimas pero que, infelizmente, quedan solo en un anecdotario de episodios increíbles. Dos ejemplos bien distintos ilustran este cotidiano: decenas de cajeros que son explotados en todo el país con robos millonarios impunes y que terminan reduciendo los horarios de utilización y la oferta global de cajeros con dinero para los usuarios; y, mucho más grave aún, las repetidas expulsiones de decenas de familias de sus casas en barrios populares de Montevideo por parte de grupos armados que hacen su ley y dañan irremediablemente a los más débiles.

Por otro lado, la acumulación de lustros de mala oferta educativa para los jóvenes de las clases populares hace que tengamos ya decenas de miles de ellos que son incapaces de integrarse a procesos productivos con provecho y con perspectivas ciertas de ascenso social. Todos los datos que se acumulan en este sentido son escalofriantes y deberían de haber hecho reaccionar radicalmente a toda la sociedad, porque en definitiva se está rifando el futuro del país: de un lado, la mayoría hecha de gentes inútiles para los trabajos que se vienen con los cambios productivos del capitalismo internacional; en otro lado, una franca minoría formada e integrada al mundo y ya con un pie en el aeropuerto.

Si en vez de concentrar el debate electoral en estos temas de fondo, los próximos meses centraren su atención en asuntos tontos como, por ejemplo, si tiene que haber una mujer en la fórmula presidencial de tal o cual, nos estaremos perdiendo una gran oportunidad de mirarnos en el espejo de nuestra dura realidad. Si en vez de asumir lo que nos está pasando, preferimos el debate de las noticias falsas de las redes, en las que importa más denostar al oponente con espíritu de Ámsterdam o Colombes que analizar propuestas con argumentos racionales, entonces seguiremos construyendo este país con fuerte vocación de emigración para los más jóvenes.

La elección está en todos nosotros.

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