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¿Los blancos quieren ganar?

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Francisco Faig
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François Mitterrand, que había fracasado en 1965 y en 1974, tenía una sonrisa un poco agresiva.

Según sus asesores de imagen, ella le dificultaba la conquista del voto de centro. Como realmente quería ser presidente, decidió limarse los colmillos. Luego, en 1981, ganó.

La anécdota sirve para mostrar que la política está también hecha de imágenes y de símbolos. Y que para ganar elecciones hay que estar dispuesto a tomar iniciativas radicales.

La corrupción de los gobiernos del Frente Amplio ha instalado el tema de la honestidad de los políticos. Como la izquierda ha defraudado en este sentido, la clave para la opinión pública es ver qué pasa en los partidos de oposición. En efecto, si quieren tener chances reales de lograr la alternancia en el poder en 2020, deben mostrar claramente que en este tema son muy distintos al FA.

Sobre todo, además, porque blancos y colorados se enfrentan hace lustros a un universo simbólico que los sitúa en un lugar inferior en la escala de la moralidad pública. Naturalmente, la hegemonía cultural de izquierda define que el frenteamplismo está siempre al menos un escalón por encima del resto. Y el sentido común ciudadano recuerda que las gestiones de gobierno de los partidos tradicionales antes de 2005 también estuvieron manchadas de corrupción.

Guste o disguste a los actuales dirigentes opositores, en el asunto de la honestidad en el gobierno arrancan perdiendo 3 a 0 antes de empezar el partido. Pueden revertir el resultado, claro está, cuando del otro lado figuran Sendic, de León, Bengoa, Fernández de Fripur, los negocios tupamaros en Venezuela y tantos etcéteras más. Pero para lograrlo tienen que jugar muy bien, porque la mirada es de permanente desconfianza.

Es por eso que el "pronunciamiento de condena" que el comité de ética del Partido Nacional decidió con relación a la expedición de combustible a la Intendencia de Soriano por parte de las estaciones de servicio que pertenecieron al intendente Bascou, debió tener consecuencias políticas más contundentes. Sobre todo si, además, el intendente enfrenta una situación delicada en sus negocios privados, con cheques por decenas de miles de dólares que no fueron cubiertos.

Si una clara condena ética y unos muy gordos cheques sin fondos no bastan para que los blancos decidan que alguien que es intendente debe apartarse al menos temporalmente, se hace difícil que la opinión pública crea que efectivamente ellos son distintos al Frente Amplio en el poder. Porque además Bascou ha sido claro: él sigue en la intendencia porque no ha recibido fallos contrarios de la Justicia y porque está respaldado por los senadores Larrañaga y Besozzi.

¿El astigmatismo sectorial y la miopía localista verán mejor que una estrategia de partido para ganar la elección nacional? Todo indica que sí, ya que no es la primera vez que ocurre: Besozzi fue quien hace unos meses organizó en su estancia un asado de camaradería de dirigentes larrañaguistas con el expresidente Mujica, quien, en pura teoría, debería de estar separado por un abismo político y moral de los blancos.

Por eso lo de los colmillos de Mitterrand. Es muy simple: si los blancos no liman lo que hay que limar, no ganarán en 2019.

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