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Biografía de Real de Azúa

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Francisco Faig
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Uno de los mejores libros que se publicaron este año fue, sin duda, la biografía intelectual de Carlos Real de Azúa, de Valentín Trujillo. Como bien ha dicho su autor, los textos de Real todavía tienen mucho para decir al Uruguay de hoy. Mantienen lucidez y filo.

Hay una lucidez que seguramente en parte provenga de la amplia erudición de Real de Azúa. Lector voraz, como Trujillo deja claro, con 16.000 volúmenes en su biblioteca hacia el final de su vida, Real no era alguien que se limitara a un campo específico del conocimiento, sino que sabía de literatura y de filosofía, de historia y de derecho.

Desde su natural inteligencia podía entonces fijar una interpretación enriquecida y variada de los asuntos que trataba, con luces analíticas particulares y novedosas.

Independientemente de los distintos senderos de simpatías partidarias que fue tomando Real de Azúa a lo largo de su vida, parte del filo que conservó su análisis provino del lugar ideológico crítico que siempre decidió ocupar. Desde su temprano y juvenil alineamiento al catolicismo más conservador y antiliberal en los años 30, hasta su adhesión al Frente Amplio en 1971, siempre hubo en Real de Azúa un hilo conductor intelectual que tradujo cierto malestar con la modernidad individualista y sus consecuencias filosóficas, sociales y políticas.

Desde esa perspectiva es que ha de entenderse, por ejemplo, la definición crítica de la sociedad amortiguada y amortiguadora como una de las claves que caracterizó tanto al Uruguay batllista como al posterior de la restauración neobatllista, ese que fracasara tan rotundamente en lo económico. El filo de su análisis corta incluso hoy en día: ¿acaso no fue esa sociedad amortiguada el ideal secreto que llevó al triunfo al Frente Amplio en 2004?

Hoy nuestra sociedad frenteamplista podría definirse de forma muy parecida a la que lo hizo Real de Azúa cuando describió a la uruguaya de la crisis neobatllista: "teme concreta, pero sobre todo difusamente cualquier cambio drástico en el que pudieran arriesgarse sus muchos, pequeños y arrebañados privilegios y sancionarse, aún a través de una renovación general de todo el sistema, su bajo nivel de productividad, adhiere a ciertos valores, privacidad, seguridad, tranquilidad y ocio como sinónimos de libertad, de justicia, de paz, de bienestar".

En El impulso y su freno de 1964, Real define al partido tradicional como una "confederación de clanes unidos por un gran tótem", lo que ciertamente es muy discutible. Sin embargo, ese concepto influyó muchísimo en la crítica a los partidos que caracterizó los primeros pasos de la ciencia política nacional. Además, hoy está naturalmente integrado al sentido común ciudadano vigente entre los uruguayos más politizados. También, Real de Azúa, con sus extensas frases hechas de muchas comas, fue de los que analizó con más profundidad e inteligencia a Luis Alberto de Herrera, sobre todo en su Herrera: el nacionalismo agrario.

Finalmente, es una biografía que deja pensando: fue muy poco el cariño intelectual que recibió la ejemplar democracia que habían forjado los partidos tradicionales en el siglo XX. Ferozmente menospreciada, pasó a valorársela mejor recién con la noche autoritaria.

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