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¿Balazo en el pie?

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FRANCISCO FAIG
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Si se confirma que se alcanzaron las firmas, no habrá tema político más importante de aquí a mediados de 2022 que el referéndum sobre los 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC).

Primero, porque si triunfa la derogación será un mazazo muy duro contra el gobierno. Caerán la nueva arquitectura para la educación y los instrumentos en favor de una mejor represión del delito: dos dimensiones claves para las que el pueblo votó un cambio en 2019. Es cierto que no tiene por qué desarmarse la coalición republicana (CR) en tanto factor de gobernabilidad parlamentaria si el oficialismo es derrotado. Sin embargo, el ímpetu reformista quedará menguado. A su vez, la izquierda se envalentonará: su piso electoral ya no serán las derrotas de 2019 y 2020, sino ese eventual triunfo de 2022.

Segundo, porque una derogación no solamente pondría un freno al reformismo oficialista, sino que pondría seriamente en duda también cualquier sentido reformista futuro del país. Triunfaría así el potente veto ejercido por el comité de base. Sería la demostración, una vez más, de que si el sector más conservador y rancio del Frente Amplio (FA), ese que se parapeta tras su muro de yerba ideologizado, alaba a la Cuba sanguinaria, y reniega de cualquier modernidad capitalista, se moviliza decidido y suma para ello a sus sindicalistas compañeros (enjutos o gordos, pero siempre sesentistas), la máquina de impedir termina activándose con zurdo éxito, y el progreso del país queda pues completamente paralizado.

Tercero, porque, en sentido contrario, un triunfo que ratifique los 135 artículos de la LUC permitiría seguir andando el camino de los cambios. En definitiva, la LUC es muy poco con relación a lo que queda pendiente: desde una inserción internacional efectivamente más abierta; pasando por cambios en las empresas públicas que las haga más eficientes (logrando finalmente que coticen en bolsa, por ejemplo); y terminando por grandes y necesarias inversiones públicas y privadas como carreteras, puente binacional en el norte, puerto de Montevideo, dragados, saneamiento en todo el país, construcción de altas edificaciones en Montevideo, polo de universidades en Punta del Este, y otros tantos etcéteras fundamentales, se precisa sostener y apresurar el ritmo de las reformas.

Así las cosas, una de las mayores críticas que ha recibido el oficialismo refiere a la forma en que la LUC define los aumentos de los combustibles. Es cierto, ella fue votada incluso por el FA, ese mismo FA que ahora pretende su derogación por referéndum. Y es cierto también de que se trata de un mecanismo que procura sincerar costos, de forma de dejar en claro que el gran problema en el precio final de los combustibles es la ineficiencia de Ancap (y, aunque menos señalado, su carga de impuestos y subsidios).

Pero esto es política, no Disney. Por muy justo que sea teóricamente el mecanismo, es un error político aplicarlo ahora, si al hacerlo vuelve más fácil la tarea proselitista de la mala fe izquierdista contra los 135 artículos. ¿Qué sentido tiene sincerar precios ahora, si eso termina transformándose en un ancla que hunde a la parte de la LUC cuestionada?

El oficialismo debe ganar el referéndum. Es una carre-ra larga. Ojo con el balazo en el pie.

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