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El arte de lo posible

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FRANCISCO FAIG
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Despejado el horizonte de la pandemia, ¿qué reformas logrará asentar y concretar la coalición republicana (CR)?

El compromiso reformista mínimo de la CR se reflejó en la ley de urgente consideración (LUC). Es por ello que cada partido de la CR ya entendió que debe salir con convicción a defender los 135 ar-tículos que la izquierda pretende derogar haciendo de esta elección un plebiscito sobre el andar del gobierno. Eso será, en definitiva, lo que estará en juego.

La defensa de la LUC debe pues partidizarse. Por supuesto que será naturalmente bienvenida una coordinación interna en la CR. Pero ella no debe obstar a que cada partido por su lado haga su propia campaña, de forma de hablarle a su propio electorado en el lenguaje que cada uno mejor maneja para convencerlo de votar por el No.

Libres para argumentar y para marcar diversos perfiles es como más se sumarán adhesiones proselitistas. No hay nada nuevo bajo el sol: esa fue la forma histórica con la que comparecieron dentro de un mismo lema partidario distintos sectores políticos. Hoy, con reglas distintas, lo que importa es la CR, y por tanto cada lema y cada sector bregando por su lado será la forma de ensanchar la base conjunta en favor de la LUC. Diferente, empero, es el escenario de las iniciativas que han ido surgiendo en la CR y que precisan del apoyo de todos los partidos de esa coalición para concretarse en este período. El ejemplo más evidente es la desmonopolización de Ancap: ¿se podrá encontrar un consenso en la CR para aprobarla? No es para nada seguro.

Hay otros casos menos mediáticos, pero que son igualmente importantes. Por ejemplo: contrarrestar el discurso que hace de la igualdad de género un campo de batalla contra “el patriarcado”; contrariar con razones y evidencias el consenso ideologizado en torno a las siempre inminentes calamidades climáticas que hacen de la ecología un nuevo tótem religioso posmoderno; o enfrentar el disparatado diagnóstico de que sufrimos racismo sistémico, y que por tanto debiéramos de promover medidas discriminatorias totalmente contrarias a derecho con tal de favorecer a ciertos grupos identitarios.

A pesar de que toda esta agenda hace un daño tremendo a la convivencia social y al desarrollo nacional, hay sectores de la CR que sucumben a la seducción de su moda y que se oponen pues a enfrentarla radicalmente. ¿Hay consenso dentro de la CR para contrarrestar la influencia de instituciones internacionales (sobre todo agencias de la ONU) y de ONG que pretenden imponer su agenda izquierdista woke también en Uruguay? No parece.

Aquí es entonces cuando debe primar el principio de realidad de la política: sin dejar de dar dura batalla ideológica, hay que hacer de tripas corazón y aceptar un punto de aproximación que no refleja el óptimo de nuestras preferencias individuales. Es el arte de lo posible.

Una coalición, por definición, es una estructura convergente de partidos diferentes. Es evidente por tanto que la acción de la CR dejará algunos sinsabores subjetivos. Pero por muy amargos que ellos sean, sabrán incluso a miel si se los compara con el agrio espanto de la actual alternativa del país: un Frente Amplio ideológicamente radicalizado y además colonizado por la agitación del Pit-Cnt.

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