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Abrirse al mundo

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FRANCISCO FAIG
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Hay que abrirse con pragmatismo a EE.UU. y a China a la vez, y dejar de lado los tiquismiquis ideológicos zurdos que tanto daño nos han hecho en estos años.

Decir algo así luego de tres lustros de pernoctar en el estribo de Brasil o de adherir a la patria grande peronista, seguramente haga correr un frío por la espalda de mucha gente. Apretado en el Mercosur ideológico, el Uruguay gobernado por la izquierda perdió el tren del acuerdo de libre comercio con EEUU en 2006, y tampoco supo luego profundizar su vínculo con China, aun cuando en estos años ella creció en influencia en toda Sudamérica a través del comercio y de inversiones en infraestructuras claves.

Las señales de Brasilia parecen querer abrir el cerrojo del Mercosur, a pesar de lo que opine una Argentina que pena por encauzar su economía en una senda de crecimiento. En este sentido, importa el giro de Washington: en el ajedrez que enfrenta a las dos potencias mundiales, EEUU ha decidido contrarrestar el mayor peso chino en Sudamérica. Ha reflotado así su relación histórica privilegiada con Brasil, y también está mostrando, por ejemplo, querer tener mayor incidencia en el Banco Interamericano de Desarrollo.

Montevideo puede ir de la mano de Brasilia, si es que efectivamente Itamaraty se decide a avanzar con la premura que Uruguay precisa. Pero el rumbo de inserción internacional del gobierno de Lacalle Pou implica que, si Brasil duda o se demora, Montevideo tomará un camino propio. Es que tanto Pekín como Washington han mostrado genuino interés en profundizar vínculos económicos con Montevideo, con o sin Mercosur de por medio.

Aquí es cuando importa el ejemplo del Chile de Lagos: sin complejos ideológicos y con decisión soberana, cerró acuerdos con todas las grandes potencias mundiales. Y es que ni a Pekín, ni a Bruselas, ni a Washington complicaba el tamaño exportador de Chile, en ningún rubro. Como para el caso de Uruguay, esa es una de las grandes ventajas de ser una economía muy pequeña a escala internacional.

Por un lado, la historia muestra que a EEUU siempre le ha servido contar con un aliado estratégicamente situado. Y Uruguay es ideal porque cuenta con un “soft power” de calidad democrática e institucional destacado. Por otro lado, a Pekín no le cuesta absolutamente nada un acuerdo con Montevideo, en momentos en los que incluso se hacen más estrechos sus vínculos económicos y estratégicos con Buenos Aires.

Nuestras exportaciones agropecuarias, competitivas y de excelencia, podrían dar un salto gigantesco de inversiones y producción si ven asegurados mercados cuya provisión es inagotable para nuestra escala-país. Si efectivamente somos una isla de seguridad y certezas institucionales, en un contexto además de suba de precios de los commodities agropecuarios a mediano plazo, las inversiones argentinas, por ejemplo, volverán con fuerza a producir de este lado del Plata. La idea del presidente de apostar a una inmigración selectiva y de calidad proveniente de toda la región, cobra así aún más sentido.

Precisamos crecer económicamente para apuntalar nuestro desarrollo social. Eso se logra con un salto de exportaciones. Tenemos con qué. Hay que abrirse al mundo. El gobierno está en eso.

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