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El 2018 cerró sin mayores cambios para el sector agropecuario que continua enfrentando un escenario de incertidumbres, donde la competitividad sigue deteriorándose, comprometiendo la rentabilidad, generando la descapitalización en las empresas, su endeudamiento y la desaparición de varias.

Sin embargo, las cifras de exportaciones de la cadena agroindustrial continuaron creciendo de la mano de los precios de la celulosa, compensando el descalabro agrícola de la campaña de verano, afectada inicialmente por sequía y luego padeciendo el exceso de lluvias al momento de la cosecha, combinación nefasta que resultó en el peor rendimiento de soja que se tenga memoria.

El sector pecuario también creció en exportaciones en sus principales rubros. En el caso de la carne, con leve aumento de la producción por incremento de la faena de vientres, acompañado por la mejora de los precios gracias a una sostenida demanda China, responsable por casi la mitad de nuestro comercio exterior. En cuanto a los lácteos, la remisión creció en volumen físico, a pesar de los bajos precios internacionales.

Podrán parecer contradictorios tantos reclamos desde los diversos sectores de la agropecuaria, mientras crecen las exportaciones, impulsadas por inversiones realizadas en el pasado debido a un escenario más propicio, generando mejor expectativa.

A nivel micro, cuando el irrefrenable incremento de los costos compromete la rentabilidad, no se puede evitar hacer ajustes, máxime cuando no se avizoran cambios. El instinto de supervivencia aflora y son más frecuentes las decisiones de postergar o cancelar inversiones, lo que trae aparejado un efecto pernicioso en la actividad económica, afectando a proveedores de insumos, servicios y al empleo.

En el caso de la ganadería, las necesidades de caja, la demanda industrial y la exportación de ganado en pie propiciaron aumentar el ingreso, llevando la extracción a un nivel que ciertamente no es sustentable y que está determinando una reducción del stock, lo que compromete las posibilidades de crecimiento del rubro.

Por estos motivos, no podemos compartir la visión de nuestros gobernantes, tanto del ministro Benech como del presidente Vázquez en sus respectivos balances de fin de año, en los que mostraron una visión parcial y edulcorada, minimizando las serias dificultades que vivimos los productores, haciendo pensar que poco cambiará desde la esfera oficial para revertir una dura realidad por la que atraviesa la agropecuaria y la economía.

Los otrora sectores competitivos de la agroindustria se vienen inviabilizando rápidamente, no por aspectos vinculados a la demanda externa que sigue activa y a buenos valores. Tan es así, que tuvo que venir una empresa extranjera en un megaproyecto de inversión a pedirle al gobierno que hiciera todas las correcciones que hace años solicitamos sin éxito los criollos, esencialmente por una problemática interna de costos cuya responsabilidad primera recae en quienes nos han gobernado estos últimos periodos, con mayorías y abundantes recursos.

Un mal diagnóstico es el primer paso para una cadena de errores que llevan irremediablemente a la no resolución de los problemas.

Decir que está todo bien mientras se incendia el castillo, hace recordar a la vieja canción francesa.

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