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Otro rumbo se requiere

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FERNANDO MATTOS
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Nuestra agropecuaria viene enfrentando serias dificultades de rentabilidad en la mayoría de los subsectores que la componen.

Luego del ciclo de valorización de los productos agroindustriales, los precios volvieron a la normalidad acompañando la ralentización del crecimiento económico mundial. Los costos productivos permanecieron altos, generando desajustes en la ecuación de las empresas que enfrentan sucesivos ejercicios en rojo. Así es que quedaron atrás los 600 dólares para la soja, los 5 mil dólares de la leche en polvo o los 4 mil por tonelada de carne, valores que disimulaban todas las ineficiencias, tanto públicas como privadas.

La debilidad mundial del dólar y las políticas domésticas de combate a la inflación, utilizando el dólar como ancla, provocaron un incremento adicional de costos por moneda local sobrevaluada. Fuimos quedando fuera de competencia, muy caros para trabajar y vivir.

El déficit fiscal creciente llevó al gobierno a aplicar una política tarifaria con fines recaudatorios, especialmente en la energía, afectando severamente a la economía. Los impuestos al agro se han venido incrementando, especialmente sobre el capital, generando un desequilibrio por el exceso de impuestos “ciegos” que no tienen relación con el resultado de las empresas.

El atraso cambiario es el peor impuesto y ha generado, como tantas veces en el pasado, la siguiente secuencia en el sector productivo: pérdida de competitividad y renta empresarial, baja inversión, menor empleo, merma de la producción física, “primarización” y “extensividad” de la misma, endeudamiento, abandono de productores, venta de la tierra, extranjerización.

Estos hechos son justamente lo contrario a los postulados expresados en los pasados programas de gobierno.

Debemos cambiar las políticas que viene afectando el dinamismo de la agropecuaria, para volver a retomar la actividad económica creciente. No bastan medidas tímidas como las que se han intentado hasta ahora, sin éxito alguno. Se necesitan certezas básicas para la inversión como el respeto a la Constitución, en lo que atañe a la propiedad privada.

En ese sentido, han circulado las posturas de la candidata a la vicepresidencia por el Frente Amplio, cuando presidía la Junta Departamental de Montevideo, hablando en forma despectiva de este principio constitucional, impulsando la simple confiscación de inmuebles.

Basta de propuestas hipócritas y engañosas disfrazadas con objetivos generales que nadie podrá contrariar como la búsqueda de la igualdad, beneficiando a los más necesitados. Pero que en realidad implican la profundización de un sistema utópico de gobierno que ha fracasado aquí y en todo el mundo. No podemos aceptar planteos de más impuestos, como se puede leer en las entrelíneas del nuevo programa frenteamplista, mientras crece el déficit y tenemos más de 312 mil funcionarios públicos.

El único modo de generar riqueza genuina, dinamizando la economía, es aliviando la carga al emprendedor privado, como sabiamente decía Churchill: “Muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar; pero muy pocos lo miran como el caballo que tira el carro”. Pocas veces se ha aplicado un dicho de hace casi 80 años, con tanta vigencia.

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