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No es la primera vez que el sector agropecuario se encuentra en dificultades. Generamos productos de excelencia, producimos excedentes, somos tomadores de precios de un mercado externo altamente protegido.

Superada la extensa fase de altos valores de las materias primas, la que sirvió para impulsar el crecimiento de toda la economía, los mercados volvieron a la normalidad, dejando al sector con serios problemas de rentabilidad. Hemos tenido circunstancias difíciles en el pasado, cuando también cuestionábamos el retraso cambiario que beneficia al consumo, a las cuentas públicas, pero compromete al sector agroexportador.

El elevado valor de las tarifas, fijadas con criterio recaudatorio a efectos de abatir el déficit fiscal, genera insumos imprescindibles como la energía a precios muy por encima de los costos de la región. Seguimos teniendo problemas de infraestructura, educación, salud, transporte, comunicaciones, lo que incrementa la “deuda social”, brecha existente entre las oportunidades de un habitante del interior, en relación a la ciudad.

A pesar de ser un país caro, hemos podido superar circunstancias difíciles del agro en el pasado. Hoy los desafíos son más importantes, pues deberemos afrontar nuevos factores que dificultan las posibilidades de superación. Los temas de inseguridad están asolando al campo. Robos, copamientos, homicidios, abigeato en gran escala, han transformado la paz en el medio rural y puesto tras las rejas a la población honesta. La Policía sufre una crisis de autoridad, está superada, sin personal ni medios, ante la escalada criminal, más preparada y amparada por un código penal condescendiente que termina estimulando el delito, haciendo caer la moral del ciudadano y del agente policial que además, corre el riesgo de sanciones judiciales si procede con cierto rigor ante el delincuente.

Las políticas de largo plazo que generan expectativas favorables y mitigan las incertidumbres que naturalmente enfrenta el sector, son vitales para la agropecuaria y han estado ausentes en la gestión de los últimos gobiernos.

Necesitamos que el agro sea prioridad, pues estamos en una etapa crítica, con muy baja inversión, alto endeudamiento y pérdida importante del empleo.

Para peor, hemos escuchado a candidatos del partido de gobierno proponiendo incrementos tributarios, ajustes salariales en el agro duplicando la inflación, falta de decisión política para reducir en serio el costo de la energía, inserción internacional de nuestros productos estancada, tipo real de cambio poco competitivo, medidas sindicales en la agroindustria que perjudican a la cadena. Estos temas generan profunda preocupación y redundan en aspectos difíciles de digerir:

Primer balance en la historia de Conaprole con pérdidas. Movimiento de algunos cooperativistas para vender la empresa. Reducción del área de arroz en casi 40% de la superficie récord del pasado. Drástica caída del stock ovino, víctima del abigeato y del mercado. Endeudamiento sectorial que supera el 80% del producto agropecuario. Pérdida de 50 mil puestos de trabajo en los últimos diez años. Importante número de empresas rurales que han dejado la actividad. Baja inversión sectorial.

La agropecuaria necesita medidas y quien la comprenda. No habrá Uruguay próspero sin un agro pujante.

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