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¿La realidad que no se ve?

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El pasado 15 de julio visitó nuestro país el Presidente de Alemania, quien fue recibido por el Dr. Tabaré Vázquez. En esa ocasión nuestro presidente expresó que Uruguay es el país que mejor distribuye la riqueza en Latinoamérica y que gracias a políticas específicas, en estos últimos diez o doce años la pobreza ha disminuido fuertemente y “no se detecta indigencia”.

El pasado 15 de julio visitó nuestro país el Presidente de Alemania, quien fue recibido por el Dr. Tabaré Vázquez. En esa ocasión nuestro presidente expresó que Uruguay es el país que mejor distribuye la riqueza en Latinoamérica y que gracias a políticas específicas, en estos últimos diez o doce años la pobreza ha disminuido fuertemente y “no se detecta indigencia”.

En este último punto nos interesa concentrarnos en la columna de hoy. ¿Qué quiere decir el Presidente con que no se detecta indigencia? Suponemos que es una forma elegante de decir que el fenómeno de la indigencia todavía existe, pero que ha disminuido tanto que ya no se percibe. La impresión que uno tiene es que el que realiza la afirmación no se basa en su propia experiencia ni en la de ningún uruguayo que recorra regularmente el país, sino en la lectura de los indicadores que publica el Instituto Nacional de Estadística.

Vale aclarar que para cuantificar a la población indigente se suele utilizar una comparación entre los ingresos del hogar y una línea de indigencia. Esta última se define como el costo mensual de una canasta básica de alimentos (CBA) por persona, cuyo contenido calórico y proteico permite satisfacer un nivel mínimo de requerimientos nutricionales y que además refleja los hábitos de consumo prevalecientes. El valor de la canasta básica difiere entre las zonas rural y urbana. Para que el lector tenga una idea, el valor de esa canasta en promedio para el año 2015 en Montevideo ascendía a $ 2.670 siendo algo inferior en el interior del país.

En su último documento sobre el tema, analizando las cifras de 2015 el INE cuantifica la indigencia como un fenómeno que afecta al 0,2% de los hogares uruguayos y el 0,3% de sus habitantes.

Esto implica que solo dos de cada mil hogares y tres de cada mil personas, unas diez mil, no superan el ingreso necesario para cubrir las necesidades básicas alimentarias.

Estos resultados serían excelentes si el indicador reflejara la realidad de lo que se quiere medir. Sin embargo en este caso como en otros a los que ya nos hemos referido, la realidad va por un lado y el indicador la captura cada vez peor.

En efecto, el cálculo del ingreso que se compara con la CBA tiene componentes que nada contribuyen a su obtención. Valga como ejemplo el ingreso que se imputa por concepto de “valor locativo” y fundamentalmente el que surge de imputar las cuotas para los beneficiarios del Fondo Nacional de Salud (Fonasa).

Si se depuran estos componentes y se comparan las magnitudes relevantes, los resultados son muy distintos. Los hogares que no pueden solventar sus necesidades alimenticias pasan a ser 0,8% o lo que es lo mismo 8 de cada mil. Las personas en esa situación pasan a ser 1,2% o sea algo más de 40 mil.

Una definición inadecuada del ingreso relevante ha derivado en la inutilidad de un indicador importante para la definición de políticas públicas, nada menos que la que intenta dimensionar un fenómeno tan lacerante para una sociedad. El Presiden- te se equivoca porque el indicador lo induce a error. El objetivo de erradicar la indi-gencia no solo no se ha alcanzado sino que está mucho más lejano de lo que parece. Está claro que es más fácil tener indicadores “auspiciosos” que cambiar esta triste realidad.

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Fanny Trylesinski

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