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¿Qué están festejando?

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Hace unas semanas el gobierno celebró la colocación de una emisión de títulos de deuda uruguaya por US$ 1700 millones, a una tasa de interés de alrededor de 4.5% y con vencimiento en el año 2027.

Hace unas semanas el gobierno celebró la colocación de una emisión de títulos de deuda uruguaya por US$ 1700 millones, a una tasa de interés de alrededor de 4.5% y con vencimiento en el año 2027.

La celebración tiene su origen en el hecho de que la tasa de interés lograda es baja para las circunstancias actuales de la región (Brasil y Argentina) y que las ofertas de fondos recibidas superaron ampliamente lo que finalmente se colocó.

Cuando el concepto de región se amplía a otros países de América Latina que han tenido políticas mucho más sanas que nuestros vecinos ,como Perú o Colombia, se advierte que nuestro diferencial no es tan importante como se pretende hacernos creer. Estos dos últimos países acaban de colocar deuda a tasas similares a las que pagó Uruguay.

Para no quitar méritos a la operación se puede decir que fue un movimiento correcto en un momento oportuno.

Sin embargo, de lo que no hemos escuchado muchos comentarios es acerca de la situación que origina esta necesidad de obtención de financiamiento, sus implicancias para el futuro y la posibilidad de mantener en el tiempo, las condiciones de acceso al crédito.

Cuando en una economía se gasta más de lo que se produce, es necesario recurrir al financiamiento del resto del mundo. El mayor gasto puede ser realizado tanto por los agentes privados como por el sector público. En general, los agentes privados suelen ajustar más rápidamente estas dos variables, o sea, sus gastos a sus ingresos. Es entonces el sector público, el que con sus déficits necesita recurrir a los préstamos externos para financiarse.

En el caso uruguayo, analizando los últimos años, se constata que el sector público ha venido incurriendo en importantes déficits. En el año 2014, por ejemplo, el mismo fue cercano a los US$ 2.000 millones. Eso sólo significó la necesidad de obtener préstamos por un monto equivalente. A eso habría que agregar la necesidad de financiar la cancelación de deuda que va venciendo, ya que en la situación actual es imposible pensar en pagar los vencimientos con recursos genuinos. Los datos conocidos hasta el momento permiten vaticinar que el presente año cerrará con un déficit similar a ese. Por lo tanto, mientras el comportamiento de las finanzas públicas tenga la trayectoria que tiene, será necesario obtener préstamos para cerrar la brecha.

Por diversas razones, el financiamiento externo ha fluido hacia los países emergentes en condiciones muy favorables en los últimos años y el nuestro se ha beneficiado de esa abundancia.

Es muy claro que el endeudamiento que contraemos hoy constituye una carga para las generaciones futuras, pero no es eso algo que le importe mucho a quienes gobiernan actualmente.

Una gestión responsable en serio, habría permitido en estos años de prosperidad importada, lograr por lo menos un equilibrio fiscal o un moderado superávit que nos permitiera como país, afrontar los próximos años con mayor solidez y defendernos de la posibilidad de que los mercados financieros internacionales no sigan siempre ávidos de financiar festivales de gasto, a tasas de interés razonables. Que los ruidos del festejo no nos hagan olvidar el problema principal.

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Fanny Trylesinski

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