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De cambios y continuidades

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Amedida que nos acercamos a las instancias electorales es posible vislumbrar que la discusión económica estará presente como un ingrediente más, aunque quizás no con el orden de importancia que ha tenido en otras épocas.

Amedida que nos acercamos a las instancias electorales es posible vislumbrar que la discusión económica estará presente como un ingrediente más, aunque quizás no con el orden de importancia que ha tenido en otras épocas.

Es que es normal que cuando la situación económica de la población mejora, salgan a relucir otros problemas que hacen a la calidad de vida y que no están relacionados a los ingresos monetarios que se perciben mensualmente.

El oficialismo tratará de convencernos de que el crecimiento económico verificado en la última década es atribuible a su gestión y a las supuestas reformas implementadas. Eso no es así, y hay abundante material que muestra que las condiciones económicas cambiaron radicalmente para las economías emergentes en esta última década empujando al alza al nivel de actividad, y con ello su contracara, el empleo y los ingresos de los habitantes. De allí se derivó un mayor consumo, un aumento en la recaudación y por lo tanto, resultados fiscales relativamente razonables.
Sumado a eso, una gran abundancia de capitales en búsqueda de mayor rentabilidad, incrementaron fuertemente la inversión extranjera directa (IED) en aquellos países donde las condiciones eran relativamente favorables, con su secuela de aumento de empleo e ingresos.

Admitir que en los últimos diez años las condiciones económicas internacionales han sido favorables al país y han contribuido al buen desempeño de la economía, no es ni más ni menos que aceptar una realidad evidente.

Eso significa que la conducción económica que ha tenido el Uruguay en los gobiernos frenteamplistas no tiene ningún mérito en este desempeño? No nos afiliamos a la tesis de que todo lo bueno viene de afuera así como tampoco pensamos que es fruto exclusivamente de medidas gubernamentales. Resulta difícil discernir el peso de los factores externos e internos.

Tomemos como ejemplo la IED. En América del Sur según la Cepal y medida en dólares corrientes, esa variable se multiplicó por 3.7 entre los años 2012 y el promedio 2000-2006. O sea que más que se triplicó. Ello es resultado de los aumentos verificados en los diez países que componen la región y por lo tanto, hubo algunos con un aumento mayor que otros. Así por ejemplo, la IED en Perú se multiplicó por 6.5 la de Chile por 5.6 y la de Uruguay por 4.9.

Es decir, la IED creció fuertemente en todos los países de América del Sur y en Uruguay algo más que en otros. Se trata entonces de un comportamiento que no es exclusivo de nuestro país. Cuánto jugó la política económica implementada y cuánto otros factores en este desempeño? Dado que se trata de un fenómeno general podría decirse que salvo en el caso en que la política hubiera sido totalmente anti IED, el país hubiera recibido flujos de capital. Como botón de muestra tenemos a la Argentina que no ejerció una política muy amigable con los inversores extranjeros y sin embargo casi triplicó la inversión extranjera.

La principal virtud de estos gobiernos frenteamplistas fue mantener firmes los lineamientos de política referidos a la inversión extranjera y a la inversión en general limitándose a realizar algunos cambios en los criterios de evaluación de los proyectos para el otorgamiento de exoneraciones tributarias. Debemos valorar esa gestión, más como “continuidad” que como “cambio”, más allá de los fuegos de artificio pre-electorales.

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Fanny Trylesinski

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