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Espionaje y tradición

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Matías Chlapowski
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Semanas atrás, en un banquito de Salisbury, encontraron moribundos a un hombre de cierta edad, junto a una joven mujer.

Un detective inglés, que al principio tuvo contacto con ellos, casi muere, quedando afectadas además unas 14 personas, entre policías y trabajadores de la salud que los trataron o tocaron cosas contaminadas. Se supo luego que las principales víctimas de este atentado eran Sergei Skripal, un ex coronel de inteligencia militar, convertido en doble agente. Los rusos lo habían desenmascarado y sido objeto posterior de un canje de espías, años después de su interrogatorio y prisión. La mujer resultó ser su hija Yulia, que lo había venido a visitar. Es probable que fue la portadora involuntaria del veneno, un regalito mortal de Moscú que metieron en su maleta.

Este suceso causó una polvareda en el parlamento británico, interviniendo directamente la Primer Ministro Theresa May, acusando al gobierno ruso de cometer este crimen en pleno suelo inglés. La acompañaron en esta denuncia y sanciones, los gobiernos de más de veinte países entre ellos EE.UU., Francia, Alemania, Canadá, Polonia, etc. El Presidente ruso, en plena campaña electoral entonces, negó la acusación que, según la prensa, lo ayudó en sus propósitos de ser reelecto (por 4ta. vez) atizando con ello el fervor patriótico del país bajo aparente ataque. Prometió represalias simétricas.

Es evidente que detrás de este crimen estaba involucrado el servicio secreto ruso. No le faltaban ni el motivo ni el medio elegido, un potente y sofisticado gas venenoso (Novichok) su sello de origen, para que no queden dudas de dónde venía el mensaje: "Muerte a los traidores. Te encontraremos donde te escondas. No hay protección que valga ni frontera que te proteja". Existe una larga tradición rusa, exacerbada durante la época comunista, de liquidar opositores como escarmiento o venganza, dentro o fuera del país. Trotsky, en México, para recordar un ejemplo conocido. Por eso, el contexto histórico debería enseñarnos algo.

Desde tiempos de Iván el Terrible (1530-1584) Rusia ha tenido un servicio de protección del soberano y su reino. Con distintos nombres, tiene el mandato de defender el suelo de su país dentro y fuera de sus fronteras. Ochrona es el que mejor describe su lema. Significa defensa, escudo, protección. Las siglas por las que más recordamos esta organización de enorme poder son: GPU, NKVD, KGB. En la actualidad este servicio se llama FSB y sirve al presidente Putin, que de paso hay que recordar, proviene de sus filas. No es el primero. Sus más siniestros jerarcas fueron Yezhov, Yagoda y Beria (todos terminaron ejecutados, luego de largos "interrogatorios" —curiosa ironía— acusados de estar al servicio de la corona británica).

Quienes han formado parte de ese servicio siempre han sido una poderosa elite. Durante la era soviética, aparte de algunos diplomáticos, eran además de bien pagos, los más informados, más viajados, con conocimiento de idiomas y por su oficio, en contacto con gente de otros países. Sus logros fueron tremendos. Durante la II Guerra Mundial, infiltraron más a sus aliados que a alemanes e italianos. Su penetración del MI 5 y MI 6 (UK) llegó a ser tal que en la NKVD lo llamaban su agencia en Londres. (En los años 20, la URSS concentraba su interés en París y Estambul a donde habían llegado muchos exilados, luego de la revolución y donde liquidaron a los más molestos). Recordemos a los magníficos cinco, reclutados en los años 30 en la Universidad de Cambridge, Kim Philby (Stanley); Donald Maclean (Homer); Guy Burgess (Hicks) y Anthony Blunt (Johnson). Sobre el quinto hay dudas, se sospecha de John Caincross pero también de otros y que el grupo era de 7 y no 5. Fueron sumamente exitosos e hicieron tremendo daño a los servicios occidentales. La mayoría escapó a la URSS antes de ser descubiertos y fueron recibidos con honores.

Emblemática es la foto en Yalta, donde muestran reunidos a Stalin, Churchill y Roosevelt. A la izquierda, sentado al lado de este último, está Alger Hiss, el elegante y soberbio patricio, graduado en Harvard, que oficiaba como su asistente y que luego se supo que era espía ruso. (Lo desenmascaró Nixon años después, cuando era miembro de la Cámara de Representantes).

Al estallar la guerra fría, la KGB redobló sus esfuerzos, con bastante éxito en infiltrar a los Estados Unidos, por su obvia y creciente importancia. Los servicio de inteligencia norteamericanos recién comenzaban a tener peso y conocimientos. Les faltaba tradición y poder. Roosevelt recién creó la OSS (Office of Strategic Services) para operar contra las potencias del Eje, durante la II Guerra Mundial. Esta oficina se convirtió en la CIA, que empezó a dar sus primeros pasos al comienzo de la guerra fría. (El FBI, se creó antes, para combatir a los gangsters. Principalmente trabaja dentro del país y ahora también cumple servicios de contrainteligencia. La CIA, opera afuera. Se hablaba de poca coordinación y muchos celos, entre cada organización cosa que se ha tratado de subsanar luego del atentado de las torres gemelas).

Volviendo al caso actual que nos ocupa, hay que tratar de disuadir de alguna manera, a los ruso para que no sigan liquidando a sus oponentes, especialmente fuera de su país.

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