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El reino de la cuota política

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Antonio Mercader
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Tantos votos tuviste, tantos cargos te tocan" es la frase que define lo que suele llamarse cuota política, aquel sistema de formar gobierno que el Frente Amplio se comprometió a no aplicar si llegaba al poder.

En sus campañas electorales la izquierda criticó "las repartijas del pasado" y anunció que los cargos públicos no serían repartidos "oficina por oficina" a los "innumerables juntavotos para que atiendan a su clientela". Nada de ello se cumplió al punto que los gobiernos del Frente Amplio repartieron cargos en función de los votos de cada sector.

Aquel principio de la izquierda de que gobernaría con los mejores y más capacitados se diluyó apenas llegada al poder en 2005. En esa fecha, con el ascenso de Tabaré Vázquez al gobierno se adjudicaron los ministerios a los mayores grupos políticos de la coalición, poniendo a sus líderes a la cabeza y dejándolos hacer nombramientos a granel. En 2009, la fórmula Mujica-Astori censuró en su campaña el sistema de la cuota política, pero tardó poco en desdecirse. En ese período hu-bo episodios notables como el de Ana Vignoli, ministra de Desarrollo Social, quien fue presentada al presidente Mujica después que el partido Comunista, al que le correspondía ese cargo por cuota, la nominó para ejercer el cargo.

En la última campaña, Álvaro García, hombre de Vázquez, proclamó que "en los cargos tienen que estar los mejores", afirmación que relativizó de inmediato al añadir que eso debía hacerse respetando "no digo una cuotificación ni mucho menos, pero sí un equilibrio". O sea mediante la cuota política. Aunque en su segundo mandato Vázquez reservó para sí algunas posiciones de poder, la cantidad de votos de cada grupo —y no la selección de los "mejores"— fue otra vez el criterio del FA para formar gobierno.

Así, el FA predica una cosa y hace otra. Anticipa que no compensará a sus militantes con cargos y que erradicará la concesión de "premios consuelo", pero en realidad sigue premiando a su gente. Las mismas caras e idénticos nombres reaparecen en puestos distintos en los gobiernos frenteamplistas (o en el mismo como es el caso de Eduardo Bonomi que siempre ha sido ministro). Tan así es que la antes odiada "repartija" alcanza a sitios remotos de la administración, como ocurre en ASSE, en donde se denuncia que "la cuota política partidaria es el elemento central para las designaciones de cargos que deberían ser técnicos".

Es fácil imaginar lo que ocurre en el llamado "Estadito paralelo", esa constelación de empresas públicas regidas por el derecho privado y conducidas por personas que la gente desconoce en absoluto aunque manejen cientos de millones de pesos y reciban salarios de novela. Allí, como en las demás áreas, la norma es la militancia en la izquierda antes que la capacidad y los méritos. Eso explica en buena medida algunos desastres en el manejo de esas empresas, cuyo déficit terminan pagando todos los ciudadanos.

En suma, el Frente Amplio, que tanto criticó la "cuota política" y que prometió desterrarla para siempre, terminó convirtiéndola en una regla de constante aplicación.

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