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El problema de Adam Smith

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Hernán Bonilla
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En el siglo XIX una discusión frecuente entre quienes estudiaron la obra de Adam Smith fue el grado de compatibilidad que tenían sus libros La teoría de los sentimientos morales y La riqueza de las naciones.

Uno era un libro sobre ética, basado en la simpatía, otro un estudio de la sociedad comercial basado en el propio interés. ¿Existía acaso contradicción entre ambas obras? Y, en ese caso ¿hay una incongruencia importante en el pensamiento de Adam Smith?

En principio el planteo de este problema, más conocido como Das Adam Smith Problem, debido a que el debate fue especialmente prolífico en Alemania, parece tener asidero. De hecho, puede resultar chocante comparar algunas frases de los dos libros de Smith. En La teoría de los sentimientos morales plantea que "El sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos, el restringir nuestros impulsos egoístas y fomentar los benevolentes, constituye la perfección de la naturaleza humana". Mientras tanto, en La riqueza de las naciones entiende que: "No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés". No parece difícil a partir de estos enunciados aparentemente contrapuestos encontrar una contradicción en la obra de Smith.

Sin embargo, tal contradicción no existe. Smith fue desarrollando ambos libros al mismo tiempo que todo su pensamiento a lo largo de varias décadas. De hecho, fue publicando sucesivas versiones alternadas, sin corregir nada que pueda entenderse en este sentido. Smith entendía que sus libros eran complementarios, como lo eran con sus obras menos conocidas y con su plan general que nunca llegó a cumplir y que conocemos parcialmente por apuntes de sus alumnos.

Un elemento clave para comprender su pensamiento es la correcta dilucidación de qué quiere decir por simpatía. El término lo emplea de forma similar al que hoy utilizaríamos empatía y lo emplea para describir el proceso a través del cual las personas van realizando sus juicios morales a partir de los cuales se forman las normas éticas de una sociedad a través de un proceso evolutivo.

La ética de Smith tiene una fuerte impronta estoica y cristiana, lo que también ayuda a explicar la cuestión. Para los estoicos el cuidado de sí mismo era una de las principales obligaciones que cada persona tiene para con la sociedad, lo que no debe confundirse con egoísmo. A su vez, la ética cristiana también está presente en su pensamiento a través de la relevancia que da al nuevo mandamiento como regla de conducta ejemplar.

Una cosa es comprender la naturaleza humana y el derecho natural en el sentido más profundo —también estoico— de conformación a las normas inmutables de la naturaleza y otra el planteo de un sistema ético que sea compatible.

No existe para Smith un comportamiento ético ideal y un egoísmo descarnado en el mercado; las personas no se desdoblan en dos personalidades y el altruismo y otras conductas nobles perfectamente se desarrollan en el sistema de libertad natural smithiano. El propio amor al prójimo y a la sociedad requiere indispensablemente de la libertad individual para desarrollarse y crecer. Para entender a Smith, después de todo, simplemente hay que leerlo íntegramente.

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