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El patio trasero

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DIEGO FISCHER
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Hasta el próximo 31 de julio los montevideanos tienen tiempo para hacer propuestas -vía Web- para mejorar la ciudad.

“Montevideo Decide”, se denomina el portal y si uno no viviera en la capital podría afirmar que es una idea interesante de la que, seguramente, surgirían datos a tener en cuenta. El tema es que vivimos en Montevideo, la ciudad que el Frente Amplio gobierna desde hace veintinueve años.

Dos generaciones enteras han nacido bajo administraciones municipales de la coalición de izquierda. Se sabe, la democracia retornó en 1985 y en las segundas elecciones celebradas en noviembre de 1989, Tabaré Vázquez se constituyó en el primer intendente de izquierda en acceder al Palacio Municipal. Luego le sucedieron Mariano Arana, Ricardo Ehrlich, Ana Olivera y Daniel Martínez y recientemente Christian Di Candia.

¿Qué mejoras sustanciales ha tenido la capital?, ¿Qué obras de infraestructura se han llevado adelante? ¿Qué cambios se han registrado en los servicios que brinda?, ¿Cuánto han aumentado los impuestos y tasas municipales? En síntesis, cómo y cuánto ha cambiado la calidad de vida de los ciudadanos.

Con excepción de la extensión de la red de saneamiento, durante la administración de Vázquez y a través de créditos del BID y con el apoyo del gobierno que entonces presidía Luis Alberto Lacalle, no ha habido ninguna obra de infraestructura relevante, en estas casi tres décadas. La otra excepción fue la reapertura del Teatro Solís, cuyo mérito le corresponde al arquitecto Arana. Cabe recordar que el Corredor Garzón fue la megaobra, así se la presentó, de la administración Olivera y que en ella se dilapidaron más de US$ 40 millones. Es triste, pero así fue.

A lo largo de todo este tiempo, los montevideanos hemos asistido indiferentes a un constante aumento de los tributos municipales y a un destrato y abandono de la ciudad. Hoy sabemos que las arcas capitalinas embolsan US$ 2 millones diarios, de lunes a domingo. También sabemos que la plantilla de funcionarios, a la fecha, en números redondos, asciende a 12.000 personas, es decir un empleado cada ciento cincuenta y seis habitantes.

El incremento constante de la recaudación y de la burocracia, ha sido acompasado por el empoderamiento de Adeom, los muchachos que cogobiernan en el Palacio Municipal y nos tienen a los habitantes de rehenes.

La ciudad real, la que vemos y padecemos todos los que vivimos en ella, es un gran basural que rota por todos los barrios según el humor de Adeom, un lugar intransitable en horas pico en el que llueven las multas a los automovilistas, pero en la que nunca se ve a un inspector de tránsito cuando hay un problema real. Veredas rotas, plazas y monumentos vandalizados y una imagen de conjunto decadente es la postal que impera. Una capital con veleidades de atraer turismo, pero que hace todo por ahuyentarlo.

No se necesita de concursos de ideas para mejorarla, solo se trata de que quienes la gobiernan cumplan con sus más básicos y elementales cometidos.

Sucia, malquerida, maltratada e insegura, es Montevideo. El patio trasero de un país que muestra notorios signos de hartazgo de una forma de hacer política y de una fuerza de gobierno cuyo ciclo se cierra.

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