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Una Navidad como las de China

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DIEGO FISCHER
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Una Navidad diferente es la que festejaremos en menos de una semana. Distinta porque -si somos conscientes y respetuosos de las normas- no debería haber reuniones multitudinarias, ni abrazos, ni brindis.

Las misas se celebrarán al aire libre de acuerdo a las posibilidades de cada parroquia y las reuniones familiares no tendrían que prolongarse por mucho más de un par de horas.

Así, lo que aconsejan los científicos del GACH y a esta altura creo que son muy pocos los que se niegan a escucharlos. Una vez más estará en nosotros el ejercicio responsable de la libertad.

A lo largo de nuestras vidas, todos hemos vivido, al menos, un cuento de Navidad o recordamos aquella o aquellas navidades que por motivos especiales e intransferibles guardamos en nuestra memoria. Esta será una de ellas.

Navidad viene de natividad y significa nacimiento. Acaso, ¿puede haber un milagro mayor que la llegada al mundo de una nueva vida? Los cristianos celebramos el nacimiento de Jesús y para el mundo occidental todo, es también sinónimo de familia, de paz, de reencuentro y de esperanza.

El tiempo que nos toca vivir nos ha puesto a prueba sobre cuán solidarios o no podemos llegar a ser. Aquello de yo me cuido para cuidar a otros, parece que quedó en el tintero y por ese olvido o negligencia, muchos serán los que esta Navidad deberán pasar solos o más solos que otras veces.

Es cierto que hace nueve meses que venimos padeciendo esta peste; no menos cierto resultó que mientras acatamos y aplicamos las recomendaciones hechas por las autoridades, mantuvimos la pandemia a raya.

Es verdad que todos estamos cansados, ansiosos y deseosos de encontrarnos con nuestros amigos; de retornar a la vida que teníamos antes del 13 de marzo. Eso pareció estar a la vuelta de la esquina en julio, pero luego las cosas cambiaron y no para bien.

Los pronósticos, a corto plazo, no resultan alentadores. Y más que nunca o más que siempre, que las estadísticas acierten depende de nosotros.

En estos días, me he acordado mucho de China Zorrilla, una uruguaya cuyo lema de vida fue la solidaridad y la ayuda al prójimo. China, en más de una ocasión, y viviendo en Buenos Aires pasaba la Nochebuena en un hospital cuidando a algún amigo o simplemente a una persona que no tenía a nadie y necesitaba de la compañía de alguien que le brindara afecto. También solía andar con su coche por la ciudad llevando y trayendo de un barrio a otro a familias enteras, que no conocía y que no tenían en qué ir a la casa en la que pasarían la Nochebuena.

Estando viviendo en Nueva York, China le regaló a un mendigo lo único que ella tenía para comer esa Nochebuena. Lo hizo con enorme alegría y no dudó -instantes después- en bailar bajo la nieve que comenzaba a caer. “Es Nochebuena, estamos en Nueva York y está nevando”, decía y daba vueltas en la calle con sus brazos abiertos, recordó Carlos Perciavalle, testigo de aquel hecho.

Si China, estuviera entre nosotros, no dudo que pasaría la Nochebuena en su casa cumpliendo y haciendo cumplir el protocolo sanitario. Armaría su propia burbuja. Desde el día anterior, hubiera recorrido todas las redacciones de los diarios, las radios y los canales de televisión, exhortando a los uruguayos a ser solidarios. En otras palabras, a celebrar la Navidad cuidándonos.

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