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¿Montevideo resignada?

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DIEGO FISCHER
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Hace más de tres décadas que Montevideo dejó de ser un tema de discusión y, lo que es peor, de preocupación para los políticos. El Frente Amplio tiene en la capital del país su bastión.

La oposición resignó el territorio y desde entonces no dio más batalla por el gobierno de un departamento en el que vive casi el 40 por ciento de los uruguayos.

Desde que Vázquez se convirtió, en 1990, en el primer gobernante de izquierda de la capital, los problemas de la ciudad pasaron a un segundo plano. La izquierda se concentró en hacer del Palacio Municipal su bunker donde proyectó su estrategia para ganar el gobierno nacional. No le fue mal, logró su objetivo con creces. Aunque nada es para siempre.

La contracara fue y es una ciudad abandonada, maltratada, sucia, con un tránsito imposible y un servicio de transporte público pésimo y carísimo. No es novedad, lo padecemos todos los días. Nadie explica cómo después de tres décadas no tengan nada para mostrar y que sus candidatos hablen como si nunca hubieran gobernado.

En números a 2018 (últimas cifras oficiales disponibles), la Intendencia recaudó U$S 691 millones, a razón de 1,9 millones diarios, de lunes a domingos. Su endeudamiento con organismos internacionales ascendía a U$S 203 millones.

En estos días regresó al ruedo Daniel Martínez, luego de su incursión por José Ignacio. El miércoles último, en la otra huella, la de Seregni, se abrazó con Carolina Cosse que, días antes la había embestido contra el excandidato presidencial del FA, y también a Álvaro Villar, el tercer aspirante a dirigir los destinos de Montevideo en los próximos cinco años. Villar en su euforia sostuvo que aspira a que Berna (capital de Suiza) “quiera ser el Montevideo de Europa”. Es de esperar que el gobierno suizo no presente ninguna protesta diplomática.

En estos tiempos de carnaval, el Frente Amplio ha demostrado una vez más que es capaz de armar una comparsa digna de concursar en el Teatro de Verano. Claro, que el riesgo allí es que el jurado lo comanda la propia Intendencia y por más que se merezcan el primer premio, nadie podría evitar las seguras acusaciones de acomodo que se alzarían.

Con estas cartas a la vista, resulta incomprensible que la oposición no logre ponerse de acuerdo en presentar un candidato único en la capital para los comicios de mayo. Hay un clima de esperanza y optimismo en la ciudadanía con miras al nuevo tiempo que comenzará el 1 de marzo. ¿Cómo no capitalizar ese aire de cambio para dar batalla por Montevideo?

Anteponer vanidades y protagonismos no es lo que los ciudadanos que apostamos a un cambio a nivel nacional, queremos. Si Luis Lacalle logró articular una coalición de 5 partidos en menos de dos semanas, por qué resulta tan difícil acordar una candidatura común que dispute en igualdad de condiciones el gobierno de Montevideo.

El Frente Amplio no tiene nada nuevo que proponer y sí mucho que explicar. Resulta increíble que entre los cinco partidos que conforman la coalición multicolor no haya un hombre o una mujer, capaz de convencer a los montevideanos que una ciudad mejor es posible. Para encontrar a esa persona se necesita no solo consenso, sino grandeza y generosidad.

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