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Marina no leyó a Juana

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Diego Fischer
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¿Cuál es la mejor forma que un gran escritor puede homenajear a una persona? Escribir sobre ella, a sabiendas que de esa manera pasará a la posteridad.

Esto fue lo que Juana de Ibarbourou hizo en La nodriza y el cielo, uno de los cuentos más conocidos de su libro Chico Carlo. En él, Juana recuerda a Feliciana la nodriza negra que la amamantó a poco de llegar a este mundo, la cuidó durante toda su niñez y fue una persona fundamental en su atribulada vida. Convocada por doña Valentina (la madre de Juana) Feliciana llegó con veinte años a la casa de los Fernández Morales en Melo (esos eran los apellidos de Juana de soltera) para amamantar a una niña que había nacido un 8 de marzo de 1892 y cuya progenitora no tenía leche para alimentarla. "Feliciana, sin desatarse siquiera de la cabeza el rojo pañuelo a cuadros, se desabrochó la bata y puso en mi boca su pródiga ubre. Al mes yo estaba tan redonda y luciente como Pedro Goyo, mi hermano de leche"…, cuenta la escritora.

Días atrás, al ver la obra del artista Fernando Fraga hecha especialmente para el afiche de La patria gaucha, me acordé de este cuento. Desconozco si Fraga lo tuvo presente a la hora de pintar a una mujer negra amamantando a un niño blanco, si no fue así igual rindió homenaje a todas las nodrizas que hubo en nuestro país desde los tiempos coloniales, sin importar su raza.

Feliciana era oriunda de Brasil y llegó a Cerro Largo en 1892. "Era sana, apacible y candorosa. Venía de las sierras de Aceguá"… , relata con enorme cariño Ibarbourou. El cuento, publicado por primera vez en 1944, es también una denuncia de "la condición social de los pobres del campo y aun mismo de los ricos propietarios que vivían casi tan miserablemente como ellos", a fines del siglo XIX.

Inmediatamente después de que el afiche fue presentado, desde el Ministerio de Desarrollo Social se alzaron voces acusando a la obra de esclavista, racista, clasista, discriminatoria y de "legitimar estereotipos que debemos transformar".

"(…) La imagen de una "ama de leche" nos retrotrae a un pasado que la comunidad afrodescendiente, y la sociedad uruguaya toda, debe rechazar, porque invisibiliza (sic) el impacto que la cultura esclavista y racista generó en las personas que la sufrieron"… señala el comunicado del Instituto Nacional de la Mujer, dependiente del Mides.

Horas más tarde y como si se pudiera separar al artista de su obra, la ministra Marina Arismendi sostuvo que: "el pintor puede pintar lo que tenga ganas". Vaya novedad. Para luego agregar: "consideramos que (el afiche) no representa a la Patria Gaucha".

Al parecer, Arismendi es ahora una especialista en historia y en temas gauchescos. ¿Dónde habrá cursado su licenciatura? ¿En La Habana? Tal vez la vicepresidenta Lucía Topolansky, reconocida por ver títulos inexistentes, pueda aportar algo en este punto. Sí, se sabe que la ministra de Desarrollo Social es maestra. Aunque seguro que no leyó Chico Carlo, pese a que durante décadas fue lectura obligatoria en las escuelas públicas y privadas de Uruguay, Argentina y Chile.

Solo cabe felicitar a Fraga por su estupenda obra y a los organizadores de la Patria Gaucha por su acertada elección. En el recuerdo vaya, una vez más, el agradecimiento a Juana de Ibarbourou que en su cuento homenajeó e inmortalizó a Feliciana, su ama de leche negra.

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