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Maduro solo con Uruguay

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Diego Fischer
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Y sucedió lo que se esperaba, el fantoche Nicolás Maduro se autoproclamó reelecto presidente de Venezuela, en lo que fue una de las mayores farsas que se recuerden en la historia política de América Latina.

Si damos por buenas las cifras oficiales, cosa muy difícil de aceptar, el 48 por ciento de la ciudadanía se abstuvo de ir a votar, aún a sabiendas a lo que se exponía. Seguramente el porcentaje fue superior. Es sabido que cuando está en juego la libertad y la dignidad de una nación, los pueblos logran hacerse oír aun en el silencio. Y eso fue lo que aconteció el domingo en Venezuela: la mayoría de la ciudadanía se abstuvo de concurrir a las urnas.

¿Recuerdan lo que sucedió en nuestro país en noviembre de 1980 con el plebiscito convocado por la dictadura? ¿Y en Chile en el referéndum de octubre de 1989?

En el más absoluto de los silencios y con el miedo campeando en cada rincón del país, los orientales y los chilenos dijeron No a las respectivas dictaduras que gobernaban aquí y en la tierra de Bernardo OHiggins. Entonces, como el domingo en Venezuela, el mundo tenía la mirada puesta en las consultas populares.

Los gobiernos de Uruguay y Chile, eran dictaduras de derecha. Tan sanguinarias y abominables como la que encabeza el fantoche Maduro. Aquí y en Chile, había presos políticos, la prensa estaba amordaza y sumaban decenas de miles los habitantes que padecían el exilio político y económico o vivían como parias en su propia tierra. Tal vez la única diferencia entre los gobiernos de Gregorio Álvarez, Augusto Pinochet y el de Maduro, radique en que la gente podía comprar comida y medicamentos.

"Ha triunfado la paz y la democracia en esta jornada histórica de la patria. Celebramos junto al pueblo este nuevo comienzo para conducir la patria a la prosperidad definitiva", sostuvo ayer Maduro desde el Palacio Miraflores.

Su victoria fue pírrica. La oposición venezolana la desconoce, la Iglesia católica, y las democracias occidentales también. Salvo Uruguay, claro está. Todas las cancillerías latinoamericanas han llamado a sus embajadores a consulta. Montevideo no. ¿A qué responde la necedad del gobierno? ¿Hay intereses ocultos, espurios que sustentan esta postura?

Históricamente, la política exterior en el Uruguay, fue una política de Estado avalada por todos los partidos con representación parlamentaria. Hoy, las relaciones internacionales se resuelven en un par de comités de base del Frente Amplio, donde una docena de radicales nostálgicos logran imponer su voluntad, ya no solo al Presidente de la República, sino a los uruguayos todos. Son los becarios de la Venezuela populista, aquellos que recibieron favores y mucha plata del grotesco y corrupto gobierno presidido otrora por el coronel Hugo Chávez y ahora por Maduro.

Tal vez la jornada del domingo traiga a los venezolanos su Río de Libertad y con él la democracia. Bien podría ayudar el gobierno de Tabaré Vázquez, sumándose a las restantes naciones democráticas del mundo, para que ese tiempo llegue muy pronto.

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