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La historia manda

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DIEGO FISCHER
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Conocer la historia permite entender el presente y proyectar e imaginar el futuro.

Ha sido así, siempre. En estos días y en el Partido Nacional la afirmación adquiere más que nunca una vigorosa vigencia. Es bueno recordar cuál fue siempre la conducta de sus próceres y rememorar algunas frases y reflexiones.

En diciembre de 1864 y ya sitiada Paysandú por Venancio Flores, las fuerzas argentinas de Mitre y la flota del imperio brasileño al mando del barón de Tamandaré, Leandro Gómez decía a sus compatriotas: “Mis amigos: El cielo os bendiga, porque tal vez sobre las ruinas de Paysandú debido a vuestra resolución de morir por la patria, hayáis salvado a la República”. Se sabe, Gómez y otros patriotas fueron fusilados, sin juicio previo, por orden del general Gregorio Suárez.

En 1897, el Partido Nacional se levantó en armas contra la corrupción y el fraude electoral que encarnaba el gobierno de Juan Idiarte Borda. Sus líderes fueron Aparicio Saravia y Diego Lamas. En ella, hizo su debut en el campo de batalla un jovencísimo Luis Alberto de Herrera. El 6 de mayo de dicho año, Saravia acampado en Caraguatá con sus huestes, le escribió a su hermano Basilicio, enrolado en el ejército gubernamental: “¿Tú crees servir a la Patria en el puesto que ocupas? Pues no la sirves. Sirves tan solo a un círculo; la Patria es algo más de lo que tú supones; la Patria es el poder que se hace respetar por el prestigio de sus honradeces y por la religión de las instituciones no mancilladas; la Patria es el conjunto de todos los Partidos en el amplio y pleno uso de sus derechos; la Patria es la dignidad arriba y el regocijo abajo...”

El 28 de diciembre de 1959, un día antes de que el Partido Nacional asumiera el gobierno por primera vez en 94 años, Luis Alberto de Herrera que tenía entonces 86 años pronunció su último discurso. Se daba la paradoja que el hombre que había entregado su vida a que los blancos llegaran al poder, no ejercería cargo alguno en el gobierno. Desde la terraza de su quinta y ante una multitud que se había congregado allí para saludarlo dijo:

“Vuestra presencia en esta puerta siempre abierta de par en par a las cosas del sentimiento estremece hasta el cimiento el ser de su viejo morador (…) Y si por nuestra parte, en la función pública no lo hicimos mejor, la culpa recae en la propia mano, no en la intención, jamás manchada por la felonía”.

En la madrugada del 1° de diciembre de 1984, Wilson Ferreira, pronunció el discurso que aseguró la gobernabilidad al gobierno electo una semana antes. Acababa de ser liberado tras 184 días de prisión dispuesta por la dictadura. Con sus palabras aseguró la transición a la democracia:” Nosotros estamos dispuestos a votarle en el Parlamento al Gobierno que presidirá el doctor Sanguinetti, todo aquello en que coincidamos y todo aquello en lo que aunque no coincidamos, resulte indispensable para proporcionarle al nuevo Gobierno la posibilidad, de gobernar. Nuestro primer deber, el deber de todos, es asegurar la gobernabilidad del país…”

No me imagino a ninguno de estos hombres, propalando noticias falsas sobre sus correligionarios, ni conquistando apoyos con plata, ni repartiendo una falsa tarjeta a los jubilados para comprar medicamentos. A estos próceres hay que honrarlos cada día. En ellos está la razón y la esencia del Partido Nacional.

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