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Al gran pueblo argentino salud

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Hay quienes sostienen que la Historia se repite y que son sus protagonistas y figuras de reparto las que cambian. Este parece ser el caso de las relaciones entre Uruguay y Argentina. Echemos una mirada al pasado reciente. En 1946 fue electo Presidente Juan Domingo Perón, un militar carismático admirador de Benito Mussolini y que junto a su segunda mujer Eva Duarte, marcó para siempre el destino del vecino país.

Hay quienes sostienen que la Historia se repite y que son sus protagonistas y figuras de reparto las que cambian. Este parece ser el caso de las relaciones entre Uruguay y Argentina. Echemos una mirada al pasado reciente. En 1946 fue electo Presidente Juan Domingo Perón, un militar carismático admirador de Benito Mussolini y que junto a su segunda mujer Eva Duarte, marcó para siempre el destino del vecino país.

En Uruguay, un año más tarde, en agosto de 1947, asumió la Presidencia Luis Batlle Berres, tras la muerte de Tomás Berreta. Se inauguraba lo que luego se denominó el segundo batllismo. El país vivía un prolongado período de prosperidad económica y estabilidad política, que había arrancado a fines de la década del 30, luego de que retomara la senda democrática tras el golpe de Estado de Gabriel Terra y el gobierno de Alfredo Baldomir. En aquellos años, la gran diferencia entre una y otra margen del Plata radicaba en que en nuestro país había una democracia plena y en Argentina un gobierno autoritario al que muchos no dudaban en calificar de dictadura. Un gobierno que censuraba a la prensa y perseguía a sus opositores. Muchos de ellos se vieron obligados a exiliarse en Uruguay y aquí encontraron la libertad y la seguridad que Perón les había arrebatado. También hallaron la solidaridad del pueblo uruguayo y la protección del gobierno.

Desde los diarios y radios uruguayas, que penetraban en territorio argentino, los exiliados difundían su prédica antiperonista. La furia de Perón no demoró en despertar y hacerse sentir. Sus consecuencias, se tradujeron en la prohibición del libre tránsito de argentinos a Uruguay y de uruguayos a Argentina. La industria turística de nuestro país, que dependía en su totalidad de los turistas de la vecina orilla sufrió los mayores perjuicios. Aun así y en ese marco de hostilidad soterrada, Batlle y Perón sentaron las bases, de lo que en 1973 se traduciría en el Tratado de Límites del Río de la Plata.

Medio siglo después de aquella durísima época, Néstor Kirchner llegó al poder y con él un nuevo conflicto entre los dos países se desató. En esta ocasión no fue la democracia y la libertad lo que estaba en juego, sino intereses económicos a los que se los disfrazó con el discurso de defensa del medio ambiente. La historia es por todos conocida. A Kirchner lo sucedió Cristina, su mujer y las cosas no fueron mejor pese a la pleitesía que desde acá el ex presidente José Mujica le rindió permanentemente. Pero Mujica terminó su mandato y Cristina lo hará el 10 de diciembre. El nuevo canciller Rodolfo Nin Novoa, en palabras de legisladores de la oposición, está tratando de que la política internacional uruguaya vuelva a ser una política de Estado. El nuevo embajador uruguayo en Buenos Aires, Héctor Lescano, se maneja con la prudencia y el equilibrio que su antecesor no tuvo, ni le interesó tener.

Hoy 25 de mayo, en que Argentina celebra un nuevo aniversario de la Junta de Mayo y el comienzo de su proceso de independencia, es oportuno reflexionar acerca de todo aquello que une a orientales y argentinos. Félix Luna ha dado una de los mejores definiciones: “Un mismo pueblo asentado en dos naciones”. O quizás, otros prefieran los versos de la Milonga para los orientales de Jorge Luis Borges:

Milonga para que el tiempo vaya borrando fronteras/por algo tienen los mismos colores las dos banderas. En cualquiera de los casos, “al gran pueblo argentino salud”.

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Diego Fischer

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