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Giles y entenados

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Qué clase de ciudadano es usted? De los que trabaja en la actividad privada 10 o 12 horas diarias para redondear un ingreso que, muchas veces, no alcanza para llegar a fin de mes.

Qué clase de ciudadano es usted? De los que trabaja en la actividad privada 10 o 12 horas diarias para redondear un ingreso que, muchas veces, no alcanza para llegar a fin de mes.

¿O es un empresario dueño de una pymes que no conoce un fin de semana libre y que hace malabares cuando tiene que pagar, todos los meses, el BPS, DGI, facturas de los servicios públicos y los impuestos municipales? O tal vez sea un profesional independiente que corre de un lado a otro, igual que su esposa para poder costear los estudios, de sus hijos en un colegio privado, porque sabe que la educación y el esfuerzo personal son las únicas herramientas que les legará para que salgan adelante en la vida.

Si usted está dentro de alguna o en más de una de estas categorías, como lo estoy yo, lamento decirle que es un gil y un entenado. Perdón, somos unos giles y unos entenados. Sí, y no lo tome a mal, pero es lo que sentí ayer cuando leí en El País las declaraciones del Director de la Oficina de Servicio Civil, Alberto Scavarelli que anunció que el gobierno está analizando reducir de 8 a 6 las horas de trabajo de los públicos. ¿Con qué propósito? corregir situaciones de “inequidad” entre los funcionarios de una misma oficina.

En la misma nota se informa que el año pasado se postularon 24.795 personas a los 30 concursos que el Estado convocó para llenar 360 vacantes en distintas dependencias. Y que durante la pasada administración de José Mujica se constataron 33.000 ingresos. En, el 2014, el total de empleados públicos en el Uruguay sumaba 292.473, estamos hablando de casi el 10% de los habitantes de la República y del 15 por ciento de la población económicamente activa.

Estas cifras pueden ser simplemente números sino analizamos de dónde sale la plata para los salarios y los beneficios de estas personas que, en su conjunto, equivalen a toda la población sumada de Salto, Paysandú y Lavalleja. Claro está, de los impuestos que los giles y entenados pagamos. ¿Qué obtenemos a cambio? Un Estado que nos ahoga, que impide el desarrollo del país y cuyas empresas brindan -casi sin excepción- servicios de pésima calidad y carísimos.

Además de la injusticia y de la indignación que provoca en todos aquellos que, cumpliendo el precepto bíblico, nos ganamos el pan con el sudor de la frente, el mensaje que trasmite el gobierno es de una arbitrariedad escandalosa. La administración frentista, una vez más, premiará a los que menos hacen a costa de los que más trabajan.

En marzo de 1990, el Dr. Tabaré Vázquez se convirtió en el primer Intendente de izquierda de Montevideo. Entre las medidas que adoptó ni bien asumió, fue rebajar de 8 a 6 las horas de trabajo de los funcionarios municipales. Adeom habló entonces de una gran conquista. Fíjense cómo está Montevideo 25 años después, por cuánto se multiplicaron los impuestos y cuáles son hoy las pretensiones del sindicato.

Al leer las declaraciones de Scavarelli me queda la duda si no son una parodia propia de estos días en que los conjuntos de Carnaval comenzaron a recorrer los tablados. ¿De qué otra manera se puede llamar a semejante proyecto? ¿Sainete? ¿Grotesco ? O quizá, de ahora en más, debamos hablar de hijos del Estado y entenados y giles de la actividad privada.

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Diego Fischer

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