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¿Cinco años más de mentiras?

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DIEGO FISCHER
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Pocas cosas son más emocionantes que la ilusión y la esperanza. En estas últimas semanas la conversación con mis hijos ha sido monotemática: las elecciones en Montevideo.

Ellos son parte de una de las dos generaciones que nació, creció y se hizo adulta con el Frente Amplio gobernando a la capital del país. Tienen 30 y 28 años respectivamente. Vivieron, además, la mitad de sus vidas bajo la sucesión de gobiernos nacionales de izquierda.

Nacieron cuando Tabaré Vázquez llegaba al Palacio Municipal, fueron a la escuela y al liceo durante los mandatos de Mariano Arana y cursaron sus estudios universitarios en el tiempo que Ricardo Ehrlich y Ana Olivera, dirigían los destinos de la ciudad. En el último tramo de la gestión Olivera viajaron al exterior. Hasta entonces, no eran realmente conscientes del deterioro y el abandono de su ciudad. No podían serlo ya que salvo algunas incursiones por Buenos Aires, no habían tenido oportunidad de visitar otras capitales. Viajar, ver y conocer, fue fundamental.

Un par de meses recorriendo como mochileros Europa, les posibilitó observar y comparar. Volvieron cuando Martínez comenzaba su gestión y ambos fueron coincidentes al referirse al estado de su ciudad: “da lástima”. ¿Qué argumentos podían esgrimirse para refutar una afirmación tan categórica y sensata? Porque ese es el sentimiento que Montevideo despierta en sus habitantes al regresar del exterior: lástima, pena y también bronca. Vergüenza ajena sentimos cuando los que recorren la Muy Fiel y Reconquistadora son turistas extranjeros; y no solo extranjeros. El año pasado estuve en Paysandú. Hacía cuatro o cinco años que no iba. Por esos días en la Heroica se registraba un conflicto municipal, la ciudad se veía muy sucia. Dos señoras que cruzaban la Plaza Constitución rumbo a la Basílica, al ver cómo el viento arremolinaba la basura comentaron enojadas al unísono: “esto parece Montevideo”.

Mis hijos, como la mayoría de los jóvenes de su generación, la tienen muy clara. Votaron por el cambio en octubre del año pasado y lo refrendaron en noviembre. El cambio no los defraudó y son parte de ese casi 60% de uruguayos que nos identificamos con el Gobierno Nacional.

Saben que nada se puede esperar de una fuerza política que gobernó durante tres décadas ininterrumpidas y que cada uno de los seis intendentes que pasó por el Palacio Municipal gobernó para su partido y con el afán de retener el poder. ¿Cómo entender, si no que los asentamientos se hayan duplicado en las últimas tres décadas? Esas decenas de miles de compatriotas que viven en condiciones indignas son el Montevideo olvidado.

Ven también con ironía y asombro a los candidatos del FA que tienen el coraje de hacer promesas ¿Qué más pueden prometer que no hayan prometido e incumplido a lo largo de los últimos treinta años?

Son conscientes que Daniel Martínez, el desmemoriado vendedor de humo; que Carolina Cosse, la arrogante mujer que gastó US$ 200 millones de los uruguayos para promover su imagen política, y que Álvaro Villar, el ahijado del patético dúo Mujica-Topolansky, forman parte del pasado. Se vota con la razón y el corazón. Con ilusión y esperanza. Por eso el próximo domingo mis hijos y yo votamos a Laura Raffo.

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