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China: mucho más que una artista

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diego fischer
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En Argentina la amaron, en el Uruguay la quisieron”, me dijo hace un tiempo un amigo sobre China Zorrilla. En este fin de semana del Patrimonio, los uruguayos tenemos la oportunidad de valorar y homenajear en toda su dimensión a esa mujer pieza fundamental de la cultura de nuestro país.

En Argentina la amaron, en el Uruguay la quisieron”, me dijo hace un tiempo un amigo sobre China Zorrilla. En este fin de semana del Patrimonio, los uruguayos tenemos la oportunidad de valorar y homenajear en toda su dimensión a esa mujer fundamental de la cultura de nuestro país.

China fue la síntesis de una familia que contribuyó a formar la identidad nacional. Wilson Ferreira definía al Uruguay como una comunidad espiritual y yo agregaría también cultural.

La familia Zorrilla de San Martín estuvo desde un primer momento aportando a la construcción la identidad de un país que carecía de ella. Al promediar el siglo XIX, en el imaginario colectivo de los uruguayos, no había héroes, ni hechos heroicos y tampoco historia referencial.

Fue don Juan Zorrilla (1855-1931) quien, en 1879, empezó a escribir nuestra historia con La Leyenda Patria. Un año más tarde, Juan Manuel Blanes (1830-1901) exhibió por primera vez El Desembarco de los Treinta y Tres Orientales. Comenzaba un nuevo tiempo para el Uruguay, un camino que, seguramente, ni El Poeta, ni el Pintor de la Patria imaginaron que sería fundamental para la consolidación de Uruguay como Estado independiente. Luego vendrían el Tabaré y La epopeya de Artigas y decenas de pinturas que retratarían a nuestros héroes y a nuestros gauchos y sus costumbres.

José Luis Zorrilla (1891-1975), fue uno de los 17 hijos que tuvo don Juan. Heredero de la formación intelectual y humanista de su padre, con sus propias manos, esculpió a las figuras clave de nuestra historia. Obtuvo medallas y reconocimientos en Francia y su obra puede verse hoy en plazas y avenidas de Montevideo y Buenos Aires. José Luis, se casó con Guma Muñoz del Campo, Bimba, nacida en argentina. De ese matrimonio nacieron cinco mujeres que se destacaron todas en lo que hicieron. La segunda hija fue Concepción, China. En ella confluyeron el talento y el sentido humanista de don Juan, el espíritu artístico de José Luis y su extraordinario don de gentes, y la capacidad de comunicación de Bimba. Fue la síntesis de una familia de grandes artistas.

China multiplicó el mandato de sangre, aportando su gran inteligencia y su histrionismo sin parangón.

Hoy parece que los uruguayos nos hemos dado cuenta que en este país hubo una mujer que entregó su vida al teatro y a la cultura en su conjunto. Que hizo escuela con su trabajo, aquí y en Argentina. Que su compromiso con el arte y la filantropía fueron la razón de su vida. Que anduvo por la vida siendo ella misma; una mujer auténtica y muy libre. Sin rencores, ni odios venció a los que la desconocieron en la década de 1970 y a los que la prohibieron en 1975.

A comienzos de diciembre de 1984, volvió a actuar en Montevideo luego de casi una década de proscripción. Lo hizo en el teatro del Notariado con Emily de William Luce. Días antes se habían celebrado las elecciones que marcaron el retorno a la democracia. En la platea estaban el presidente electo Julio María Sanguinetti, el candidato blanco que había perdido, Alberto Zumarán y el líder del Frente Amplio, Líber Seregni aún proscripto. El regreso de China significó el reencuentro de los uruguayos, sin importar colores partidarios, con su mayor patrimonio, la cultura. Solo ella lo podía lograr.

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