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¿Antía no nos podrá hacer una gauchada?

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Diego Fischer
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Volver de las vacaciones siempre cuesta. Uno regresa descansado y con los proyectos madurados en los días de solaz que piensa llevar adelante durante el nuevo año, y con la decisión que cambiará algunas o muchas cosas.

Pero, siempre hay un pero, toda esa ilusión se diluye en pocos segundos cuando uno cruza el puente del arroyo Carrasco, toma por Rafael Barradas y luego avenida Rivera y entra a Montevideo. Allí se enfrenta con la realidad. Nada cambió todo sigue igual o peor. Los contenedores llenos o desbordados en una ciudad que el domingo a las 17 hs. se mostraba desierta. No hay dudas, llegamos a la capital del Uruguay, ciudad turística y mugrienta como pocas ya no en la región, sino en el mundo.

Confieso que no escribo por enésima vez sobre este tema con alegría, sino con indignación y —si me permiten el término— con bronca. Cuando llegué el domingo de Maldonado, me acordé de las palabras del intendente Daniel Martínez, cuando el 26 de diciembre y ante el basural que se había transformado Montevideo que expuso a sus habitantes a riesgo sanitario durante varios días, sostuvo: "La capacidad de consumo de los uruguayos está creciendo en todos los barrios, nadie puede dudarlo" ¿Sarcasmo o chiste negro?

Al cruce de las declaraciones de Martínez le salió la Secretaria General de Adeom: "no es verdad que haya más basura que en otros años, si la Intendencia pensó en un plan de contingencia, si existió, no funcionó".

Una vez más quedó en evidencia que los montevideanos somos rehenes de una Intendencia que lo único que hace bien es recaudar con una voracidad que linda con lo rapaz. Un gobierno municipal incapaz de cumplir con el más básico de los servicios: la limpieza y de una patota sindical que desde hace 27 años acumula privilegios en perjuicio de los contribuyentes que pagan.

El 1° de enero, recibí por WhatsApp unas fotografías de la Rambla del puerto de Punta del Este. Las imágenes fueron tomadas por un vecino madrugador que el primer día del año se levantó temprano y se asomó a la terraza de su apartamento y vio algo que le pareció un sueño. Eran cuadrillas de la Intendencia de Maldonado que limpiaban la calle y las veredas. Estaban llenas de botellas, latas y desperdicios; la resaca material de la noche del 31 de diciembre. Antes de las 9 de la mañana, el paseo frecuentado en las mañanas por miles de veraneantes que salen a hacer ejercicio, lucía como siempre, impecable. ¿Cuál es la diferencia entre Maldonado y Montevideo? ¿Se tratará de un problema ideológico? Se sabe, en Maldonado gobierna el intendente Enrique Antía del Partido Nacional.

En su edición del domingo, El País publicó una foto del intendente Martínez rodeado por siete de sus diez nietos. Una linda foto. Una imagen propia de alguien en campaña electoral. Martínez está de vacaciones en Piriápolis. Tal vez pueda aprender o preguntar cuál es la fórmula para que todas las ciudades y localidades de Maldonado estén limpias, y sus espacios públicos cuidados. ¿El intendente Antía no podrá invitarlo con un asado y junto a su Director de Limpieza, darle un curso intensivo sobre el aumento del consumo y la higiene de una ciudad? Porque que yo sepa la basura no es de izquierda ni de derecha. Es basura.

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