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¿Quién sabe qué?

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Diego Fischer
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Suman varios miles los venezolanos que han llegado a Uruguay en los últimos tiempos. Se los ve por todos lados, atendiendo en bares y restoranes, como choferes de Uber, en los comercios de los shoppings, en agencias de comunicación y hasta en instituciones médicas como fisioterapeutas.

Se los reconoce por su inconfundible acento caribeño, pero fundamentalmente por su educación y el entusiasmo y la eficiencia con la que cumplen con su trabajo. En su mayoría, son profesionales universitarios y se les nota. En general, están sobre- preparados para la tarea que hacen, pero esto no es obs- táculo para que demuestren su alegría por tener trabajo, poder comer todos los días y vivir en un país, muy caro, pero en libertad.

Han llegado huyendo de la tiranía, encabezada por Nicolás Maduro, el fantoche que ahora inventa autoatentados, para seguir reprimiendo, persiguiendo y encarcelando a sus opositores. Episodios de opereta que la Cancillería uruguaya con asombrosa rapidez condena. Nada dice el gobierno de la crisis humanitaria en la que la dictadura ha sumido al país. El 80 por ciento de los venezolanos son hoy pobres en un país inmensamente rico. Cinco mil personas esperan atravesar todos los días la frontera de Ecuador. La imagen de esas multitudes desesperadas fue portada de El País el sábado último. Se calcula en un millón los venezolanos que huyeron ya hacia Colombia. La prensa del mundo entero lo viene denunciado hace mucho tiempo y los organismos de defensa de los derechos humanos también. Días atrás, la propia Amnistía internacional, le reclamó a las autoridades uruguayas una reacción "más contundente "con respecto a Venezuela. Semanas antes, lo había hecho el director para América Latina de la organización Human Rights Watch, el chileno Miguel Vivanco. Personalmente, traté varias veces a Vivanco, cuando a mediados de la década de 1980 denunciaba las atrocidades de la dictadura de Augusto Pinochet. Yo entonces era productor del programa En Vivo y en Directo de Radio Sarandí que dirigía Néber Araujo. Vivanco, solía recalar por los estudios de la calle Enriqueta Compte y Riqué, para condenar aquel régimen oprobioso y pedir apoyo para el pueblo chileno.

Amnistía Internacional y Human Rights Watch fueron dos instituciones que fustigaron y cómo, a la dictadura uruguaya. Al parecer quienes hoy gobiernan en nuestro país tienen muy mala memoria. Entre 1973 y 1985, y en el llano, muchos de los que hoy ocupan cargos importantes en el gobierno o son legisladores, recurrieron a estas instituciones para reclamar la libertad y la democracia conculcada en Uruguay. Hoy miran para otro lado. Quizás porque creen que las atrocidades de Maduro, condenadas por las naciones libres del mundo, sean parte del plan Atlanta, del que habló el inefable Raúl Sendic.

Mientras termino de escribir esta columna, una joven venezolana me sirve con una sonrisa un café en una confitería. Tiene 22 años, llegó a Uruguay hace tres meses. En Caracas quedaron sus padres y un hermano. "Es muy duro llegar a tu casa y no tener agua, ni luz o tratar de comprar, sin suerte, los alimentos para cada día. Y no poder protestar porque te llevarán preso o quién sabe qué…", me dice. Se llama Ana, tiene estudios de ciencias políticas y quiere continuarlos en Montevideo.

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