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Salinas y Peter

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DANILO ARBILLA
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Daniel Salinas le dijo a su jefe político y al presidente de la República que en marzo próximo, al cumplir tres años en el cargo, dejará el ministerio de Salud Pública.

Preanunció que dimitirá. No es común, las renuncias normalmente se dan en medio de tumultos. Se habla, entonces, de crisis de gabinete. No es el caso. El ministro es un hombre ordenado, administra y se administra bien. Ha estudiado para ello. Lo suyo, además, está respaldado por varios títulos académicos; de los de verdad. Tampoco es común eso de dejar “la silla” voluntariamente. Así nomás.

Al tiempo que se supo lo de la renuncia recrudeció la candidatura de Salinas a la vicepresidencia como compañero del Gral. Manini Ríos.

En la interna de Cabildo Abierto aunque pueda implicar desplazamientos y expectativas truncas, nadie se queja, todos aplauden. Lo de Salinas ayuda en ese notorio esfuerzo de CA por definir su imagen, en que por momentos llega a amagar desembarazarse de la coalición gobernante y a marcar distancias. Un perfilamiento en el que CA a veces se ve como algo desnorteado. Muchos de sus seguidores al ver a Manini reunido con Fernando Pereira, unidos en la sede del Frente Amplio en pos de un diálogo nacional, no entendieron cómo encaja eso con aquello de que “se acabó el recreo”. Creían que era todo lo contrario. Es que es recién en la marcha que las cosas se acomodan, surgen las contradicciones y se desvirtúan tantos disparates y calificativos baratos que adornan la lucha político-electoral. Decir que el liberalismo es la derecha universal y al mismo tiempo que Cabildo es de derecha, es un contrasentido: Manini Ríos no es liberal, ni de cerca, y no lo oculta.

El nombre de Salinas, decididamente, viste. Y viste mucho. Ha cumplido una muy buena gestión, en una época muy difícil y la gente lo valora, lo siente así; diría que por lo menos en un 80 por ciento. Hay una innegable “sensación térmica” a su favor y con fundamentos.

Y no fue que se la dieran servida; hubo mucho “ninguneo” al principio, eran otras las “caritas” que posaban para la TV y tampoco se daba al ministro un lugar preferencial en las repetidas conferencias de prensa. Y lo de Salinas no es solo lo de la pandemia y lo de las vacunas; eso es lo que se sabe y se ve, pero lo que ha hecho en el ministerio y desde el ministerio, es mucho más. Las opiniones son coincidentes.

Sin duda que era flor de candidato para dirigir la OPS. Que se joda la OPS. No era una carrera fácil competir contra Brasil y contra México, rapaces e implacables, y máxime teniendo en cuenta que dos uruguayos ya eran titulares de la OEA y la Corte Interamericana. Y en eso del reparto la burocracia internacional da asco. De todos formas hubo una sensación de que, otra vez, el gobierno no dio todo su esfuerzo para acompañarlo. Por lo menos que la Cancillería no se manejó bien. Uno de los flancos débiles de este gobierno es que no siempre elige bien los hombres para puestos claves, como se ha visto.

Pero tampoco creo que Salinas vicepresidente sea un acierto. Puede darse aquí aquello del principio de Peter de que gente muy valiosa puede ser malograda y llevado a su lugar de mayor ineficiencia. Salinas superministro de Salud Pública, ¿por qué no?, pero manejando al Parlamento con tantos tigres y tigresas, no lo veo. Pulcro, de traje y corbata, lidiando con remeritas militantes, yo qué sé. Y discurseando y juntando votos, aún menos lo veo.

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