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Los pelos de punta

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DANILO ARBILLA
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Cuando murió el “Che”, hace 53 años, Héctor Rodríguez, que era mi jefe en el diario Hechos, me contó sobre las entrevistas que mantuvieron con él varios dirigentes de izquierda, uruguayos. 

Esto fue en 1961, cuando Guevara vino a la reunión del CIES en Punta del Este y en Montevideo habló en el Paraninfo.

Alguno de los presentes en la reunión dijo de seguir el ejemplo cubano y hacer la revolución. La respuesta del “Che” fue contundente: ¿revolución en Uruguay?, ¿en este país que es el más libre del continente? Ustedes no saben lo que es una dictadura, les dijo. Si quieren llegar al poder -les aconsejó- convenzan a la gente de que son la mejor opción y que los voten. Aquí funcionan las garantías democráticas, les advirtió el entonces ministro de Hacienda y presidente del Banco Central de Cuba.

Algunos siguieron su consejo y otros no. Los Tupamaros dos años después tomaron las armas e iniciaron un movimiento revolucionario clandestino. En el país más libre y democrático del continente. Queda claro.

Otros, con los comunistas al frente, y también tras bambalinas según fuera y conviniera, fueron por la politización del movimiento sindical. El propósito, transformarlos en órganos al servicio del partido. No era fácil, y de ahí que no se pudo formar una “Central”; solo una Convención y con total independencia y autonomía: para decretar un paro general cada gremio, sobre todo los más fuertes -COT, AEBU, Funsa-, llamaban a asamblea y ahí se resolvía. En su afán “politizador”, en 1966 hicieron fracasar la Asamblea Nacional de Sindicatos impulsando la reforma constitucional “amarilla” a la que llamaron “de los sindicatos”, pero que solo fue de los sindicatos comunistas y del Fidel. A los dos años de la muerte del “Che” fue la llamada “toma de Pando”. Semanas antes, tras una huelga heroica, los bancarios fueron entregados por los comunistas que acordaron la salida con el ministro pachequista Alberto Mario Fleitas para que el conflicto “no degenerara” como consecuencia de la “intervención” de los Tupamaros, que habían secuestrado el banquero Gaetano Pellegrini Giampietro.

Cuando lo de Pando, yo era periodista del diario La Mañana, acreditado en Casa de Gobierno. Ese día, a eso de las 14 horas, era el único periodista en la sala de prensa y vi que se cerraban las pesadas puertas del Palacio Estévez y soldados armados a guerra se ubicaban frente a la puerta cancel interna. Un funcionario me dijo textualmente: “los tupas tomaron Pando y avanzan hacia Montevideo”. No dejaban entrar a nadie salvo funcionarios. Podía salir pero no volver. Resolví quedarme. La gran puerta solo se abría lo necesario para el ingreso de funcionarios. No lo olvidaré, jamás: en un momento tras el paso de un funcionario por esa especie de rendija se “coló” alegremente un señor de unos 50 años, con una poblada cabellera entrecana y con un sobre en la mano. Los soldados le apuntaron con sus rifles y el señor retrocedió mientras clamaba ¡no!, ¡no!, ¡no! y le aumentaba el tamaño de la cabeza, como que se le inflaba: se le pararon los pelos. Efectivamente. Nunca había visto nada así ni lo he vuelto a ver.

Y parece que el cuento sigue, ahora con toda la agitación programada con un Pit-Cnt dominando y dominado que saldrá a juntar firmas y a programar movilizaciones por causas políticas al servicio del partido. Es para que a más de uno se le pongan los pelos de punta.

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