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Parangón

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DANILO ARBILLA
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Como que se huele; hay como una sensación de que al FA le va a ir mal. Que esta vez va a perder. Algo así se respiraba, recuerdo, en horas previas al plebiscito de noviembre del ’80. Se comenzó a oler que ganaba el No.

En marzo pasado era diferente. Entonces parecía difícil que el FA perdiera el gobierno. Puede que la mayoría parlamentaria, pero a ningún frentista se le pasaba otra cosa por la cabeza. Ahora sí.

¿Fue consecuencia directa del resultado de las internas? Quizás; al oficialismo le advirtió que tiene las defensas bajas…

Sirve de muy poco, en tanto comparar con lo ocurrido cinco años atrás. Nada que ver, ni con lo que era el esquema del partido de gobierno, ni con la nueva propuesta colorada con la pugna Sanguinetti-Talvi, o con la inesperada irrupción de Sartori en el Partido Nacional y menos con la aún más inesperada aparición de un partido conservador o de derecha más definido y asumido.

Alumbra poco el parangón.

Puede confundir, además; de la misma manera que puede confundir y mucho extrapolar a octubre los resultados de las internas.

Lo de estas hay que circunscribirlo a lo que pasó y basta. Interesante lo del Partido Colorado, en que un baqueano como Sanguinetti se confió demasiado y un Talvi que de Chicago Boy que abjuraba de la política y los políticos se convirtió en tres meses en un dirigente político de centro con tendencia a centro izquierda, abrazado a la bandera colorada (la que hubo que mandar a hacer de apuro), batllista de siempre inspirado en el batllismo histórico. Sirvió para la interna. Fue un trabajo impecable.

Luis Lacalle confirmó que es el depositario de la confianza de la gran mayoría de los blancos y de una cantidad indeterminada de gente que quiere que se vaya el Frente y que ve en el Partido Nacional la alternativa más cierta. Y hasta ahí. El fenómeno Sartori y el temblor que provocó -y lo provocó- pone un llamado de atención. Lo del caso Manini es un dato más que no se debería despreciar. Mientras tanto en el oficialismo, tras los ocho brazos enganchados apuntando al cielo y las amplias sonrisas unitarias, se desarrolló una dura lucha interna. Afloró de inmediato con el tema vicepresidencial. Hubo empate, más o menos. Martínez se impuso como candidato y el PCU y el MPP mantuvieron la mayoría accionaria y el manejo de la Nomenklatura. A estos, dueños del aparato y las bases, no les preocupaba tanto la concurrencia y el candidato no tiene aparato ni tan gran poder de convocatoria. Cualquier otra forma de conteo puede inducir a error.

Lo que importa es lo que viene: esto es, la conquista del millón y medio que no participó en las internas y que será decisivo.

Se me hace que se dividen en tres partes más o menos iguales: frentistas (los que votan una heladera, igual), los que quieren sacar al FA, en su mayoría hoy ubicados en el Partido Nacional y los indecisos. Estos son los que cotizan mejor y hay que atraerlos cuidando no perder lo que ya se tiene. Esa es la ventaja de Talvi sobre Lacalle: tiene menos que perder.

¿Y dónde se ubican en el espectro? Nada de espectro, ello complica y es errático. Los uruguayos son conservadores y como tales votan a Pacheco o Mujica, según las épocas y cómo les está yendo, más algo de tradición.

Y por ahí hay que pescar.

El oficialismo cuenta con un contingente importante entre jubilados y funcionarios, a los que ha contemplado. Son unos cuantos, más los frentistas propiamente dichos. Pero el propio poder, que desgasta; la corrupción, que ha aflorado; los traspiés económicos y muy especialmente la inseguridad y la vanidad de los gobernantes, los abusos de poder, la soberbia y prepotencia sindical, la hipocresía y cinismo respecto a los DD.HH., el apoyo a la dictadura venezolana, han desgastado a la coalición. Ese es el lado flaco, a lo que se añade una fórmula menguada con la candidata Graciela Villar.

El FA, sin embargo, tiene una reserva, difícil de cuantificar, que es lo que le aporte la oposición.

Veamos. Luis Lacalle tras su triunfo ha hecho las cosas bien. Definió con acierto la fórmula, puso en marcha el equipo de gobierno, asumiendo que será el próximo presidente y abrió las puertas a toda la oposición. Lacalle tiene que mantener esos votos anti-Frente de que es depositario, ver cómo atraer a los indecisos e incluso ver qué pasa con los votos de Sartori, que son cerca de 100 mil y no se sabe de dónde vinieron ni a dónde van.

Ahora, ni Talvi ni Manini se la llevan. Estos aspiran a estar en el balotaje. Estar en la cabecera como dicen.

Talvi ya dijo que la va a romper o perforar el piso a Lacalle y que los blancos tienen “diferencias” entre ellos y problemas adentro a resolver (léase Sartori). Lacalle, a quien Talvi ubica en el centro-derecha y derecha, va a tener que cuidarse, el piso se lo van a tratar de mover desde el oficialismo y dentro del Frente. Talvi patea para afuera a Sartori y Manini. Aspira al balotaje y al gobierno. ¿No le harán falta los votos de esa gente para la segunda vuelta? ¿Y va a cogobernar con el FA?

Mientras tanto Manini espera. En el fragor de la lucha por el balotaje, muchos votos pueden derivar hacia él. Otro potencial beneficiario es el Partido Independiente: en ese escenario es imprescindible un partido moderador y articulador, con antecedentes y buenas credenciales y sin ambiciones impertinentes y que garantice que habrá un cambio.

No hay que descartar que las divisiones de la oposición devuelvan votos al FA, aun cuando la mayoría quiere echarlos y cambiar. Eso, cambiar.

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