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El nuevo gobierno español

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DANILO ARBILLA
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Cuánto durará este nuevo gobierno de España? Las primeras palabras del presidente nunca efectivamente electo, Pedro Sánchez, conocido ya como el “vale todo” (para llegar), fueron “No se va a romper España”.

Los cada vez menos diputados socialistas aplaudieron, Pablo Iglesias lloraba, también con bastante menos diputados.

¿No se romperá?

Sánchez finalmente llegó. A gatas, como se dice; a duras penas: 167 a 165 y las 18 abstenciones de los extremistas herederos de ETA e independientes radicales de Cataluña sin las cuales no hubiera sido posible. Con dos investiduras y cuatro votaciones infructuosas y fallidas a cuesta, Sánchez lo logró, pero casi se queda en la orilla. Empeñó prácticamente todo.

Tuvo que aliarse con Pablo Iglesias de Podemos, y comprometerse con los independentistas, -los que no quieren ser españoles-, a un costo que recién se comenzará a conocer ahora. Sin dudas será alto. Quizás pagarlo le puede salir demasiado caro a Sánchez, lo que ya plantea una primera gran incertidumbre.

Un gobierno legítimo dijo o escribió alguien por ahí. Legal sí, pero ¿legitimo? ¿Un gobierno correcto, auténtico, genuino, verdadero, ético, moral? ¡Hummm…

¿Representativo? Todas sus campañas, y fueron tres en cuatro años, Sánchez, Secretario General del PSOE las hizo negando intransigentemente cualquier ligazón presente o futura con Podemos y mucho menos aceptando cualquier tipo de conducta que pudiera dar el mínimo viso de legitimidad y probabilidad a la partición de España y los planteos de los extremistas catalanes.

Y terminó comiendo de la mano de Pablo Iglesias, que debe sentirse muy ufano con lo que le sacó a Sánchez, al que en dos oportunidades anteriores votando en contra y absteniéndose le había impedido la investidura. Seguro que en la intimidad no llora, más bien se aplaude a si mismo. El “Bolivariano”, como se conoce a Iglesias por haber sido él y gente suya asesores de Chávez y Evo Morales, demostró una gran habilidad al conseguir ser parte del gobierno, luego de una caída electoral que le significó una mengua importante en diputados, pero suficientes para condicionar a Sánchez. Pero no todo fue mérito suyo: tuvo a favor la ambición sin límites del socialista.

De representativo, entonces, nada o muy poco. La gran mayoría de los que votaron al socialismo, lo hicieron por un candidato que prometió nada con Podemos ni con los independentistas.

Decididamente quedó probado que fueron engañados. Sánchez trepa sostenido por Iglesias y catalanes que reniegan ser españoles. Estos fueron los que le dieron su confianza.

¿Se la dieron? Los que se abstuvieron, que igual hicieron posible la aprobación de Sánchez sobre la línea, advirtieron que de gobernabilidad nada. Además, entraron a reclamar cosas.

Sánchez va, como puede, conformando su gabinete ministerial que estará muy adornado por Iglesias y su gente. Ha aumentado el número de ministerios, más que ningún otro gobierno. Iba por unos 20 al escribir este artículo. ¿Lo computará como un aumento de fuentes de trabajo? Mientras tanto los independentistas exigen hechos concretos ya.

¿Compromisos secretos?

Rápidamente comenzarán a verse las patas a la sota. Lo de los catalanes será un problema para los españoles -¿o mejor decir, los habitantes de la mayor parte de la península Ibérica?- y sus instituciones.

América Latina, en tanto, deberá de prepararse. Sánchez tiene algo de Rodríguez Zapatero -de triste memoria, y lamentable alicaído protagonismo aún- y con Podemos pisando fuerte, es de esperar cualquier cosa. Lo que ocurrió en Bolivia, con esa visita de una alta diplomática española rodeada de enmascarados armados a la embajada de México, donde se guarecen varios altos jerarcas del gobierno de Morales requeridos por la justicia boliviana, es un dato preocupante. Entre los “asilados” esta un señor Quintana, vinculado al narcotráfico, hombre fuerte de Evo y amigo de Podemos. Parece que fue un favor previo que Sánchez quiso hacerle a Iglesias, pero el tiro les salió por la culata.

Lo dicho entonces: se puede esperar cualquier cosa. Se volverá a abrazar con Maduro quizás y estará a los confites con Ortega y Cristina Kirchner. Y Alberto Fernández, por declinación. Con Bolsonaro ya no es tan fácil. Hoy por hoy, la mayoría de los negocios de los españoles están ligados al Brasil. Y si no, que le pregunten a la banca. Probablemente ahí le ataque el pragmatismo, que en esto los gobiernos españoles no tienen límites ni hacen asco a nada. (Ver relaciones con Chávez tanto de populares como socialistas, cuando el comandante les compraba a troche y moche y le permitía pingues negocios a algún banco español).

Igual de preocupante debería ser para los propios españoles. Las medidas que promete el gobierno de Sánchez -aún sin gabinete- son alarmantes. Incluso como eslogan para vestir pancartas. Eso cabe para los mitines de Podemos y la izquierda y algunos colectivos, pero gobernar es diferente.

Sánchez promete deshacer lo que se hizo para rescatar a España del fondo en que la hundió Rodríguez Zapatero. Si es así, sin duda los resultados se verán de inmediato. Otra vez la desocupación. Pobre los españoles. Feliz de los secesionistas. Además Sánchez promete como si la Unión Europea no existiera y pudiera hacer lo que quiere.

Y las cosas no se arreglan diciendo vamos a sacarle a los ricos para darle a los pobres. Cuando les deja de convenir, efectivamente, los ricos se van, se llevan todo lo que pueden y lo poco que dejan no lo saben manejar los pobres, como es probado. Lo mismo promete Alberto Fernández en Argentina.

¿Socialismo del siglo XXI? ¿El de Chávez? Aunque Iglesias y Podemos sean duchos y conocedores de la materia ¿les parece que dará resultado?

Veremos que le depara el futuro al gobierno de Sánchez. Habrá muchas noticias, seguramente.

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