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El lindo y la bestia

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danilo arbilla
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Reíte de Venezuela. Quince millones de argentinos sufren hambre. Uno de cada dos niños es pobre.

Familias y ancianos asfixiados por deudas para comprar alimentos y remedios y para pagar las facturas de los servicios públicos. Las abuelas y abuelos comen menos y peor. El desempleo afecta casi a un 30% de los jóvenes. Un millón 200 mil jóvenes no estudian ni trabajan. La más alta inflación en 28 años. La mayor desocupación desde 2006. El dólar pasó de 9 a 63 pesos (en las pizarras figuraba a 59). Se retrocedió 13 años. Se paso del estancamiento a una caída libre. La deuda externa en su peor momento desde el 2004. Terroríficos números, seres humanos con expectativas diezmadas. Todos atrapados en el pozo de la pobreza y la marginación. El país frágil, postrado y lastimado, está en situación de virtual default.

El panorama que presentó el presidente argentino Alberto Fernández (AF) en su discurso inaugural fue desolador. Maduro estará diciendo “vieron que lo de Venezuela no es tan malo”. Fernández se vacunó. Se dio una múltiple contra las apreturas, contra los ajustes, contra el sector rural, la minería y contra los acreedores internos y externos incluido el FMI. Esto es lo que tenemos y la culpa la tuvo el otro, fue su mensaje. Es la herencia recibida, que habla de una situación de emergencia y que por ello convoca y “obliga” a la solidaridad y, ojo, justifica muchas cosas, como avances del poder y retrocesos de los derechos y libertades. (Ya envió un proyecto reclamando mayores poderes para el Ejecutivo, para hacer frente a la “emergencia”).

AF hizo lo que Macri no supo hacer ni decir. (Presumo que el presidente electo Luis Lacalle Pou, que estaba allí, habrá tomado nota).

AF dijo que el país se desbarrancó en los últimos cuatro años

La memoria de la gente es frágil y AF lo sabe. Durante el gobierno de Néstor Kirchner (NK), de quien AF era su jefe de gabinete, co-mo lo fue al principio de Cristina (CFK), el gobierno comenzó a digitar todos los números e índices sociales y económicos. Tanto fue así que organismos internacionales y publicaciones tan prestigiosas como The Economist dejaron de manejar los datos oficiales, por cuanto no eran creíbles. En Argentina había variados índice de precios (IPC) además del oficial. Los había hasta clandestinos. Varios mercados de inflación, como con el dólar.

¿Que números e índices tomó AF para comparar? ¿Usó los que él y NK fijaban a dedo?

Pero por muy frágil que sea la memoria de la gente, hay cosas, imágenes, gestos que te dejan mal parado y te desmienten ipso facto.

AF arrancó con su compromiso democrático de garantizar la convivencia en el respeto a los disensos. Fue recurrente: ha llegado la hora de abrazar al diferente, hay que superar el muro del rencor y del odio. Nadie sobra ni en su opinión ni en sus ideas ni en sus manifestaciones. Acabar con el enojo y despojarse del rencor que cargan, reclamó el flamante presidente.

Minutos antes de esas nobles apelaciones su mentora y vice Cristina (CFK) le había negado el saludo o algo peor en el gesto, al saliente presidente Macri. Lo vieron millones de televidentes. ¿Muros? Ya quisiera Trump algo parecido para la frontera con México.

Pero todo depende de la importancia que se le asigne al hecho: ella es ella y el presidente es AF. ¿Será así nomas? Lo que pasa es que es CFK y no puede con su genio: desborda de soberbia y ordinariez y, como dijo Mujica, “es terca” y “peor que el tuerto” (lo que ya es decir). ¿O será que verdaderamente es la que manda, como sostiene una mayoría? En todo caso se trata de una dupla en que, como en los interrogatorios policiales, uno hace de bueno y el otro de malo. Y aquí AF es el del abrazo y Cristina la que da palos.

Además de avisar que la cosa viene dura para los sectores que aún aportan al PBI y los acreedores, AF puso énfasis en la reivindicación de Cristina la procesada. Arremetió con todo contra jueces, el sistema de justicia y el Poder Judicial. Mucha crítica, amenazas y anuncio de reestructuración. Nunca visto en democracia y entre abrazos que un poder del Estado basureara tanto a otro poder del Estado. Después de eso uno esperaba una renuncia o suicidio en masa de jueces, o una estampida hacia el nuevo oficialismo, que es lo que AF, siguiendo la política de NK, pretende. Habló de nunca más e insistió en ello en una especie de parangón entre la actuación de la justicia argentina y el terrorismo de Estado. No tuvo límites. “Nunca más a una justicia que decide y persigue según los vientos políticos del poder de turno” afirmo. Y no se refería a los jueces del kirch-nerismo; se refería al caso concreto (varios casos judiciales) de la vicepresidenta CFK. La Justicia quedo advertida: no se metan con ella.

No hubo tema que no tocara y en particular los de aplauso fácil, las Malvinas, el Papa Francisco y los que mueven a piqueteros, activistas y a las redes (ningún aporte al PBI). Prometió medicina gratis para los abuelos (yo ya había oído algo de eso en otro lado). Le hizo una guiñada a Bolsonaro, y este se la devolvió al día siguiente. Se refirió sin nombrarlos a Bolivia -“ha habido golpes de Estado”-, a Chile -“crecen reclamos ciudadanos contra el neoliberalismo y la inequidad social” -y creo que a Uruguay -“han crecido en varios países movimientos autoritarios”. ¿Se referiría a Cabildo Abierto? Manini es como el león de la Metro, aparece en todas las películas.

Agradeció la generosidad de Cristina y algo muy sugestivo: resaltó su “visión estratégica”. ¿Lo suyo, entonces, es meramente parte o una etapa de un plan en pos del poder de CFK y su familia?

Dejé para el final el tema de la prensa. Prometió total respeto a la libertad de expresión y los medios. Y habló sobre la publicidad oficial. Textualmente dijo “no queremos avisos pagos con dinero de todos para que elogien las bondades del gobierno de turno”. Que interesante. En el 2005 la SIP envió una misión a Argentina por denuncias de discriminación en la publicidad oficial. AF, entonces jefe de Gabinete de NK, cuando se le recordó que la publicidad oficial se paga con dinero de todos, muy suelto de cuerpo y con su habitual arrogancia respondió que era potestad del gobierno manejar ese tema y que no iban a pagar o financiar a los medios para que los criticaran. Eso es bueno. Alberto Fernández cambio de opinión. Aparentemente. ¿Será así?

En definitiva, como en cualquier país libre y democrático, él dijo lo que quiso.

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