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¿Y la Historia?

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DANILO ARBILLA
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Dos hechos de estos días -el 40 aniversario del “No” y la muerte de Tabaré Vázquez- replantean una incertidumbre y una interrogante: ¿los historiadores del futuro podrán delinear con rigor cómo fueron realmente los hechos y qué fue lo que efectivamente sucedió en el Uruguay a partir de la década del ’60?

¿Podrán acercarse por lo menos un poco a lo que verdaderamente pasó? Menuda tarea. Sería tan bueno para el andar del país manejarse con antecedentes ciertos y no estar a los esquives y tropezones con los distintos relatos. Porque, desde que los Tupamaros recurrieron la violencia y el posterior mensaje de las victoriosas FFAA “al pueblo oriental”, se han sucedido “relatos” de todo tipo, a gusto y gana o con poco esfuerzo y rigor investigativo de los relatores, -más el peaje de no salirse de lo políticamente correcto-, que lejos de aclarar y guiar, confunden y enturbian lo que fue la realidad.

La muerte del expresidente provocó como una salida de cauce apologética en dirigentes amigos, adversarios y enemigos y en medios y periodistas. Mucho discurso, artículos, historias y anécdotas autorreferenciales. Autorreverenciales diría: “Yo y Tabaré”. Pero poca luz e información cierta para tener una idea cabal sobre el hombre al que le tocó encabezar el primer gobierno de izquierda en nuestro país. Fue, sin dudas, una pieza clave a la que se pudo recurrir en momentos justos. Y él hizo su aporte: sumó un fuerte carisma y una cierta mesura, al principio, y siempre estuvo dispuesto. Pero se informó poco sobre cómo fue lo suyo. Es cierto, como dicen, que la muerte exime de defectos a los hombres, pero de ahí a esconder pedazos grandes de su trayectoria no ayuda para saber bien quién era, quién fue, qué fue todo lo que hizo.

He releído los obituarios del Dr. Carlos Quijano publicados en Marcha a la muerte del Dr. Luis Alberto de Herrera, quien no era su amigo, y a la de Eduardo Víctor Haedo, que sí lo era.

Magistral: tanto para resaltar las mejores aristas de cada uno y destacar aquellas cuantas cosas que hicieron, como también para señalarles otras no tan plausibles. Eran unas semblanzas completas; las de seres humanos con sus virtudes y defectos y sin con ello restarle mérito a cada figura ni menguar en el homenaje.

Con tantas fantasías que se contabilizan como historia de lo que ocurrió en estas seis décadas, uno llega a preguntarse, si se mira más para atrás, si habrán existido efectivamente Batlle y Ordóñez y Aparicio Saravia.

Pienso que si no fuera por el famoso debate quizás el Dr. Enrique Tarigo no hubiera existido ni Opinar circulado. Han aparecido tantos protagonistas. Pero es difícil no quedar maravillado por la contundencia de Tarigo en aquel debate. Un hombre que dijo No desde el primer momento: con “estas pautas” si el plebiscito fuera hoy “votaría No”, afirmó sin ningún temblor en agosto de 1980, en su columna semanal en Noticias. Casi cuatro meses antes.

Al Cnel. Néstor Bolentini, vocero estrella de los militares, le salió mal. La soberbia es mala consejera: era la ofrenda que él, principal promotor del debate, quería hacerle a sus jefes. Sentía que se sobraba. Por cualquier cosa se aseguró que no estuviera Fernando Oliú. Lo sustituyó Pons Etcheverry. Le dieron una paliza.

Y al cabo de estas reflexiones y de lo de las últimas semanas, -lo dicho, visto y escuchado, más algunas notorias omisiones- cabe también preguntarse si existió el Gral. Líber Seregni.

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