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DANILO ARBILLA
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Otra vez recurro a Abraham Lincoln, quien advirtió que “más vale permanecer callado y que sospechen tu necedad, que hablar y quitarles toda duda de ello”.

Inevitable; Tabaré Vázquez se la dejó picando. El expresidente no debería haber hablado. La gestión de su gobierno en la materia le quita autoridad. En febrero su ministro de Salud Pública dijo que el coronavirus no era un problema para Uruguay y que se estaba preparado para enfrentarlo. Se hizo una donación a China, -¡ridículo!-, no se aprovechó e incluso se trató como deshecho material donado valiosísimo; ¡vergonzoso!

No es que este bamboleo sea nuevo: Vázquez cerrando su campaña electoral en el 2004, hizo un acto en Fray Bentos contra las pasteras, con el beneplácito y apoyo de Néstor Kirchner y hoy le deja al país un acuerdo con UPM, con manos atadas y soberanía no muy defendida.

¿Qué hizo el presidente Vázquez por prever y prepararnos contra el coronavirus?

En un marco de aparente apoyo al gobierno, Vázquez ahora dice que es inevitable una cuarentena total para cortar este círculo vicioso, el que por lo que dan a entender o cómo actúan los frentistas, comenzó del 1º de marzo. Maravilloso lo nuestro: Uruguay es el único país en el mundo que registró el momento preciso en que se instaló el COVID-19: fue justito cuando juró Luis Lacalle Pou. No embromen.

Vázquez habló de acuerdo nacional y caminos adecuados, de que hay que tomar medidas muy serias y que en ello los técnicos del FA podían aportar mucho: habló de una visión más razonada. Con un repetido “no lo estoy criticando” fue mechando y clavando sus banderillas. Un poco sobrador recomendó “bajar la pelota al piso y levantar la cabecita”. Vázquez, cuyo discurso político luego fue complementado por declaraciones del FA y el Pit-Cnt, habló de que hay que priorizar la salud y la vida de la gente por sobre la economía. Y tras esa perogrullada, las propuestas del FA y del Pit-Cnt. Ni estos ni Vázquez consideraron, por ejemplo, la asimetría entre los trabajadores privados, -desempleados o con rebajas de salarios- y los funcionarios públicos para los cuales nunca hay crisis ni desempleo. No se les ocurrió una medida de justo equilibrio y “solidaria”, como la dispuesta por el gobierno. Esos trabajadores privados y las empresas acogotadas por la carga fiscal son las que pagan el salario de los funcionarios.

Robert Kennedy contaba que durante la “crisis de los misiles” se hacía difícil establecer si las propuestas de los militares eran buenas o no, pues, si se aplicaban no iba a quedar nadie vivo para saberlo.

Y pasa eso con las soluciones del Frente, si son las indicadas no quedará nadie para medirlo. Salvo los burócratas, quizás. Pero, ¿y quién les va a pagar el sueldo? Hay que gravar el gran capital dicen: ¿a quién, a UPM? El capital se necesita, pero es volátil y si lo apretás mucho se va, cosa que no pueden hacer los trabajadores ni los empresarios chicos y medianos.

El respaldo económico es fundamental para el cuidado de la salud y la vida. Sin ese respaldo es muy poco lo que se puede hacer. Hay que balancear y barajar las prioridades.

No es cuestión de eslóganes para las pancartas y de frases hechas. Un partido político es un instrumento de bien público al servicio del interés nacional, decía Wilson entre otras cosas, a poco de ser liberado. Es bueno recordarlo.

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