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Archivos y secretos

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DANILO ARBILLA
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Alfonso Lessa es un periodista al que le gusta revolver papeles y papeleras y hurgar en cosas archivadas, las que, quizás por estar sepultadas, huelen feo. Hay gente que se enoja por ello. Hay hijos de puta, también.

Lessa fue amenazado. Más que meras llamadas o mails: intentaron provocarle un accidente. Una dura y elocuente advertencia. Lessa lo denunció. La SIP lo trató y resolvió hacer llegar su preocupación al Ministro de Interior y al Fiscal de Corte, solicitando una profunda investigación y todas las garantías para el periodista.

También está el caso del Plan de Inteligencia Estratégica del Estado. Confidencial, pero no tanto. Un periodista lo difundió. Es lo que corresponde, es la tarea, el deber y la obligación de los periodistas: informar al resto de sus conciudadanos. Y no debe detenerse en muchas consideraciones, más allá de las que tienen que ver con la ética y la buena práctica profesional, sobre lo que, por supuesto, difieren valores y criterios periodísticos, lo que favorece la diversidad informativa. Y la gente juzga y valora; como debe ser.

Y hasta ahí. El periodista hizo lo que debía hacer. Pidió o consiguió una información en nombre del público -de eso se trata- y la difundió. ¿Si no qué? No es suya, la pidió para todos. ¿Pasársela a una empresa, a dirigentes políticos, “vender asesoramiento”, denunciarlo en un juzgado, incluso? Eso sería faltar a las reglas de la profesión. ¡Cuidado con que nos confundan y utilicen! Agentes del FBI tenían por práctica presentarse como periodistas, con carnet y todo, para obtener información e incautar potenciales informantes. En su momento fue denunciado y condenado por la SIP.

Pero la discusión de este tema no debe limitarse al proceder periodístico. Sino al servicio que le hizo a la gente, primero que nada, y al sistema democrático, uno de cuyos pilares es aquello de que “el pueblo debe saber”. De lo contrario hablar del gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo sería en joda.

En definitiva el contenido de la información no es tan grave; ni que se hablara de planes para invadir a Brasil o Argentina. Los servicios de inteligencia hacen lo que tienen que hacer y que se les autoriza. A veces se les va la mano: la soberbia, una cierta impunidad, o decididamente con fines bastardos; me consta.

Es bueno entonces que sepan que están vigilados; vigilados por la gente, y por la prensa. Que sepan que en cualquier momento se filtra un documento y las cosas se saben. Me siento feliz de que sea así.

El tema afectó al Parlamento: por lo menos a trece legisladores que estuvieron en la reunión “confidencial” (perdón por las comillas) en la que el Director de Inteligencia dio cuenta de sus planes a la Comisión legislativa que controla. Son todos sospechosos. Uno podría ser el “topo”. No lo creo como no creo tampoco que haya sospechosos cantados. Está bueno que se investigue y para empezar, que cada uno ponga las barbas en remojo.

Pero puede ser también que lo haya filtrado un integrante del servicio de inteligencia o de los ministerios vinculados. Y eso ya es más serio; sobre todo porque sabido es que hay funcionarios deshonestos que están a servicio de su partido político antes que del estado. Y además hay otros con sus guerritas personales

Sobre todo eso le avisó el periodista al dar la noticia. Ahora, no se les ocurra ir a preguntarle sobre quién fue su fuente. Sería lamentable.

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