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Otro zarpazo a Hong Kong

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CLAUDIO FANTINI
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¿Por qué China quiere adelantar lo que ocurrirá dentro de 27 años? Podría esperar que llegue el 2047, año en que expirará el medio siglo de vigencia de las libertades y derechos que imperaron bajo mandato británico.

Pero el Partido Comunista renunció a ese rasgo de la milenaria cultura china que es la paciencia y comenzó a buscar la forma de finalizar cuanto antes la excepcionalidad jurídica de Hong Kong. ¿Por qué?

Probablemente, por considerar inexorable una confrontación total que una década atrás no estaba en los planes del PCCh: el enfrentamiento con Estados Unidos. Un conflicto que comenzó en el terreno del espionaje científico, tecnológico y empresarial, pasó luego a la guerra comercial y el COVID-19 está lanzando hacia límites impredecibles.

La cúpula china calcula que en las próximas dimensiones de la confrontación con Washington, Hong Kong puede convertirse en campo de batalla. Por eso creó una Ley de Seguridad Nacional que, en los hechos, adelanta el fin del período especial acordado en la negociación entre Deng Xiaoping y el gobierno británico que encabezaba Margaret Thatcher para el traspaso de la soberanía en 1997.

El paso que acaba de dar la Asamblea Nacional Popular no es ilegal, dado que el Anexo 3 de la Ley Básica (una suerte de constitución hongkonesa acordada en el marco del concepto “un país dos sistemas”) permite a Beijing la introducción de algunas leyes en esos territorios. No obstante, la Ley de Seguridad Nacional, habilitando la persecución de acciones que el sistema judicial de un régimen de partido único (y no un Estado de Derecho) considera delito de terrorismo, injerencia extranjera, sedición y secesión, va más allá de lo que se supone el espíritu de la Ley Básica.

Sobran razones para ver en este paso que da el PCCh un intento de avanzar hacia la supresión de las libertades públicas e individuales. No es la primera vez que lo intenta. En el 2003, cuando la presidencia pasaba de Jiang Zemín a Hu Jintao y al frente de la Asamblea Nacional Popular estaba el duro Li Peng, quien como ministro del Interior había enviado tanques a aplastar estudiantes en la Plaza de Tiananmén, se intentó introducir una Ley de Seguridad Nacional haciendo estallar las primeras protestas masivas en Hong Kong.

El segundo intento fue en 2019, mediante una Ley de Extradición que detonó la ola de protestas que bloquearon su implementación.

Pero Beijing ha vuelto a la carga en su intento de criminalizar la protesta y adelantar 27 años el final de la autonomía jurídica acordada para el traspaso de soberanía.

Posiblemente, el régimen chino consideró que este es un buen momento porque la pandemia disuadiría a los jóvenes hongkoneses de realizar masivas protestas como en 2003 y 2019. Si bien en ese territorio insular el coronavirus está controlado, protestas multitudinarias podrían disparar una ola de contagios.

Beijing busca que el COVID-19 le ayude a lograr su objetivo sin masacrar disidentes, como en Tiananmén. ¿Podrá? ¿O el mundo volverá a ver tanques aplastando manifestaciones como en Budapest en 1956, en Praga en 1968 y en Pekín en 1989?

Otra pregunta inquietante es qué harán Estados Unidos y la Unión Europea. ¿Mirarán de brazos cruzados cómo se extingue antes de tiempo la regla “un país, dos sistemas”? ¿O acudirán de algún modo eficaz al rescate de esa sociedad asiática que no quiere perder derechos y libertades?

Lo que parece claro es que, si China logra imponerse en Hong Kong, la independencia fáctica de Taiwán quedará en peligro.

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