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Votar y elegir

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CLAUDIO FANTINI
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Votar no es lo mismo que elegir. Al régimen residual chavista le interesa que los venezolanos voten, pero no que verdaderamente elijan.

Que haya urnas y boletas significa poco si no hay Estado de Derecho. Dictaduras étnicas como la de Saddam Hussein en Irak y la de los Assad en Siria, entre muchas otras, ostentaban victorias electorales con pisos del 98% de votos a favor de sus candidaturas. Cifras absurdas en sí mismas y más aún teniendo en cuenta que los chiitas y los kurdos rozaban el 70% de la población iraquí y eran víctimas del régimen criminal sunita con apoyo de las minorías cristianas; mientras que el régimen sirio de los Assad se apoya en la minoría alauita y es resistido por la inmensa mayoría suní.

Advirtiendo que “el que no vota no come”, Diosdado Cabello amenazó a la población dejando a la vista los poderosos instrumentos que tiene el régimen para controlar a la sociedad. Por caso, el manejo monopólico de la distribución de alimentos.

Para “comer” hay que tener el “carnet de la patria” y hay que hacer lo que la nomenclatura ordene, como advierte de manera explícita el poderoso número dos del régimen.

En esta ocasión, la orden fue votar. Necesita que la participación en las urnas supere o al menos se acerque al 70% del padrón. Por debajo del 50 equivale a derrota frente a la oposición que fue proscripta y llamó a sus seguidores a no votar.

Que por su carácter represivo y por la destrucción del Estado y la economía nacional, Maduro causara una diáspora que inundó la región, alcanza para dimensionar el carácter esperpéntico de su régimen.

A partir de eso, todo lo que haga simulando pluralismo, Estado de Derecho y libertad de elección, no puede ser creíble. Sólo puede ser simulación. Y en el caso de esta elección legislativa, ni siquiera hubo simulación.

El Tribunal Supremo de Justicia intervino las tres principales fuerzas opositoras, Voluntad Popular (de Juan Guaidó y Leopoldo López), Primero Justicia (de Henrique Capriles) y Acción Demócrática (de Henry Ramos Allup). A las dirigencias de esos partidos y otras siete agrupaciones políticas, las impuso la burocracia judicial que responde a la casta militar imperante.

De ahí en más ¿por qué pensar que los venezolanos pueden elegir entre opciones verdaderamente distintas en las urnas?

La última elección en la que el chavismo no impuso el resultado, fue la que se realizó en el 2015 para conformar la Asamblea Nacional. Y como ganó la oposición, quedando con mayoría parlamentaria, el régimen aisló al poder legislativo y le aplicó una suerte de vasectomía institucional que le impidió legislar y cumplir su rol de poder independiente.

En la siguiente elección, realizada para establecer un supuesto poder constituyente, la empresa Smartmatic, que desde el año 2004 proveyó la plataforma tecnológica de elecciones en Venezuela, denunció que el poder electoral manipuló la votación para añadir “al menos un millón de votos falsos” sobre los que realmente existieron.

Ese poder constituyente impuesto en el 2017 no redactó siquiera un artículo para una constitución. ¿Por qué pensar que el régimen que secuestró el pluralismo y los derechos de la sociedad, permitiría ahora, de verdad, la elección de un poder legislativo independiente?

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