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“Versalles” sin derrota

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CLAUDIO FANTINI
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China siente que le quieren imponer un “Versalles” sin derrota. Tras la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras impusieron a Alemania, en el Tratado de Versalles, las gigantescas indemnizaciones que aportaron a la fermentación del nazismo y de la Segunda Gran Guerra.

Incluso si los costos impuestos a la potencia derrotada hubiesen sido equivalentes a los daños que causó, la historia prueba que el de Versalles fue un pésimo tratado, porque condujo a otro conflicto devastador.

China siente que el presidente norteamericano y varios antiguos aliados de Estados Unidos intentan imponerle las condiciones que se le impone a los derrotados, aunque no haya sido derrotada.

La pandemia está generando una escalada de tensiones entre la superpotencia occidental y el gigante asiático. El mundo ha comenzado a partirse como ocurrió en la segunda mitad del siglo XX.

La responsabilidad del régimen chino en la pesadilla global es inmensa e inocultable. Parece evidente que, además de responsabilidad, puede haber culpa. Pero eso no quita responsabilidades y culpas a los gobiernos que actuaron irresponsablemente. Y las de Donald Trump son gigantescas. Eso agiganta su necesidad de un “culpable total”.

Estados Unidos y un grupo de países que puede ir creciendo en las próximas semanas y meses, lanzaron acusaciones que se transformarán en denuncias y desembocarán en juicios que podrían derivar en oceánicas indemnizaciones.

La pregunta que se formulará el Politburó del PCCh es por qué tendría China que pagar costos “versallescos” si no hubo guerra en la que fuera derrotada. ¿Por qué la tratan como a potencia vencida, si nadie la ha vencido?

La pandemia está creando un escenario explosivo porque además de los cambios que podría imponer en los hogares, las ciudades, los países y la economía global, está la posibilidad de que imponga un rediseño del tablero geoestratégico. Y las tensiones actuales son parte de las batallas que definirán ese tablero.

Trump comenzó a enfrentar a China desde la campaña electoral que lo llevó a la presidencia. En aquellos debates se insinuó su intención de cambiar al “principal enemigo” de los Estados Unidos.

Vladimir Putin lo ayudaba con su ejército de hackers a ganar la elección y él planteaba que Rusia no debía encabezar la lista de hipótesis de conflicto norteamericanas. Por eso, antes de ingresar a la Casa Blanca, tuvo un pronunciamiento sobre Taiwán que mostró una voluntad de volver la situación a la etapa anterior a los acuerdos entre Richard Nixon y Mao Tse-tung que habían negociado Kissinger y Chou En-lay.

Fue la primer señal del camino de tensiones que luego continuó con las denuncias contra la empresa Huawei, la ofensiva contra la tecnología 5G y el anuncio de la “Nueva Ruta de la Seda” con la que Xi Jinping planea arrebatar el liderazgo global, aprovechando la vuelta al proteccionismo que impuso Trump.

Con Estados Unidos ensimismado y enfrentado al multilateralismo, China buscó convertirse en el nuevo adalid del libre comercio y ocupar los vacíos que Washington dejaba en el mapamundi. Empezó con Africa y Latinoamérica, siguiendo por Europa gracias a la dura ofensiva de Trump contra el europeísmo.

La pandemia ha generado el escenario donde estas tensiones preexistentes pueden inflamarse hasta estallar.

La visible responsabilidad de Trump en la tragedia sanitaria que viven los norteamericanos lo está llevando a la confrontación con el responsable del origen del desastre: el gobierno de China.

Es el responsable local ocultando su propia responsabilidad detrás del responsable global.

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