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Trump en la frontera del golpe

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CLAUDIO FANTINI
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La escena es grotesca. Como en un guión de Monty Python, el grupo británico de cine y televisión que describía la historia y la realidad desde el absurdo, Donald Trump protagoniza una comedia que podría desembocar en tragedia.

El desenlace trágico que parece buscar el magnate neoyorquino sería quebrar la institucionalidad invalidando los comicios de noviembre, pero otro posible desenlace trágico es la violencia política.

Aunque improbable, el quiebre institucional constituye un estropicio incluso si queda en el plano de las intenciones del mandatario. En definitiva, la insólita escena que está presenciando el mundo es un intento de golpe de Estado que perpetra el mismísimo presidente de Estados Unidos.

La conversación telefónica revelada por el secretario de Estado de Georgia, es una prueba contundente. Durante una hora, Trump exige a Brad Raffensperger que encuentre los votos que le faltan para dar vuelta la elección en ese Estado sureño.

Como había hecho con el presidente de Ucrania, el jefe de la Casa Blanca llamó al funcionario del gobierno georgiano y lo presionó para estropear una elección. En el verano del año 2019 ordenó a su jefe de Gabinete Mick Mulvaney bloquear 400 millones de dólares aprobados para ayudar a Ucrania en la guerra contra el separatismo pro-ruso. Una vez que esa ayuda fue bloqueada, Trump llamó a Volodimir Zelenski y lo presionó para que obtenga pruebas contra el hijo de Joe Biden que puedan usarse contra el candidato demócrata.

De la destitución por aquel chantaje lo salvó la mayoría republicana en el Senado. La pregunta es si también logrará una lealtad cómplice en los fiscales y jueces que analicen su llamada a Raffensperger.

Aunque el mensaje extorsivo era claro, el camuflaje en la llamada a Ucrania fue el uso de frases entrecortadas y confusas. En el llamado a Georgia, el camuflaje fue exigir al gobierno estadual acciones fraudulentas para, supuestamente, desmantelar un fraude. La forma absurda del mensaje no le resta claridad: exige al gobierno georgiano actuar para invalidar el resultado que ya ha sido certificado.

Las presiones de Trump son el equivalente a la pistola del teniente coronel Tejero cuando irrumpió a balazos en el parlamento español durante el fallido golpe de Estado de 1981. Lo grotesco de la escena no oculta su gravedad: el presidente norteamericano procura interrumpir la democracia valiéndose de burdos estratagemas.

El mundo observa estupefacto un intento fallido de golpe de Estado en cámara lenta. Comenzó mucho antes de la elección, cuando Trump empezó a hablar de fraude. Se intensificó cuando el escrutinio dio la victoria a Biden. Y se convirtió en tragicomedia cuando el Colegio Electoral convalidó el resultado.

Cada actuación de Trump agigantó su derrota. Perdió en el voto directo, en el Colegio Electoral, en los juzgados estaduales y en la Corte Suprema. Y ahora parece estar perdiendo con Raffensperger, quien al saber que lo llamaría hizo grabar el diálogo para utilizarlo en caso de que el mandatario lo atacara por negarse a cumplir su orden.

Trump fracasó con este intento y después cometió otro error: atacar al funcionario, quien contraatacó haciendo pública la conversación. Esta nueva negligencia detona un escándalo en la antesala de la elección de dos senadores en Georgia, donde los demócratas necesitan ganar para poder controlar las dos cámaras, y a pocos días de la sesión conjunta en la que el Congreso debe convalidar la victoria de Biden.

Increíble, pero cierto. Ni a los guionistas de Monty Python se les habría ocurrido algo semejante.

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