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Traición en favor de Rusia

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Claudio Fantini
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Haber anunciado que retirará las tropas norteamericanas que se encuentran en Siria, parece probar la funcionalidad de Trump con las apuestas geoestratégicas de Putin.

Si bien el magnate neoyorquino en su campaña electoral habló de disminuir la presencia militar en Oriente Medio, los estrategas del Pentágono parecían haberlo persuadido de los riesgos que eso supone para la región y para los intereses norteamericanos.

Al protagonismo que tuvo Rusia en el conflicto, solo le falta que se vayan las fuerzas estadounidenses para que su primera incursión bélica lejos de su área de influencia sea un éxito total.

Vladimir Putin salvó el poder de Bashar al Asad asegurándose la permanencia de su base naval en Tartus y la influencia sobre un régimen que, sin intervención de Rusia, habría sido aniquilado.

Lo único que le falta a la victoria rusa es que el Estado regido por la etnia alauita controle la totalidad de Siria, para lo cual necesita no solo acabar con los diminutos remanentes de ISIS y de los grupos ligados a Al Qaeda, sino también con las milicias del sunismo moderado que iniciaron la rebelión armada, y con los peshmergas kurdos que controlan las tierras habitadas por esa etnia turcomana en el noreste sirio. Y para aplastar a esas fuerzas u obligarlas a la capitulación, necesita que Estados Unidos las deje libradas a su suerte.

Eso es lo que quiere hacer Trump. El anuncio que realizó parece describir una retirada incondicional. No medió una negociación en la que participaran esas milicias, ni Washington acordó con Moscú y Damasco nada que les garantice no ser aniquiladas ni bien se haya ido el último efectivo estadounidense.

Los kurdos cumplieron un rol clave en la lucha contra ISIS. Fueron la más heroica resistencia al califato genocida que convirtió en un campo de concentración vastos territorios en Irak y Siria. Ni el ejército sirio ni el de Turquía los ayudaron cuando los jihadistas del califa Al Bagdadí los sitiaron en la ciudad mártir de Kobane. Sin embargo, los kurdos están por ser nuevamente traicionados, como lo fueron en 1923, cuando el Tratado de Lausana enterró el Kurdistán independiente que había establecido tres años antes el Tratado de Sevres.

La retirada incondicional que pretende Trump abandona a las milicias kurdas ante el riesgo de ser atacadas por los turcos, en el norte, y por el ejército sirio en el centro y en el sur, pudiendo ser blanco de ataques químicos del régimen alauita y de los bombardeos rusos.

Moscú, Ankara y Damasco están alcanzando entendimientos que aumentan la vulnerabilidad de esas milicias, tan cruciales para conseguir la derrota del Estado Islámico. Pero los kurdos no serán los únicos traicionados por Trump. También las llamadas Fuerzas Democráticas de Siria (SDF) quedarán desguarnecidas, a pesar de haber colaborado estrechamente con Washington en la guerra contra el Califato.

Los únicos que sonrieron satisfechos con el anuncio de Trump fueron Asad y Erdogán. Los dos saben que le deben este favor al presidente ruso.

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