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La revancha de Evo Morales

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claudio fantini
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La mujer que durante un año fue presidenta de Bolivia, estaba escondida en una caja cuando la policía entró a su casa para llevarla a prisión.

Acusada de sedición y terrorismo, Jeanine Áñez quedó en una celda, mientras la policía busca a varios de sus ministros y a los jefes militares acusados de dar un “golpe de Estado” en noviembre del 2019. Una acusación que podría extenderse, alcanzando a Eva Copa, la mujer que acaba de propinarle a Evo Morales una derrota en las urnas de la populosa y estratégica ciudad de El Alto.

Copa era la senadora masista que, con el apoyo de la mayoría de los legisladores del MAS, firmó el acuerdo que legitimó la presidencia interina de Áñez.

El encarcelamiento de Áñez podría ser una señal de que el aparato judicial boliviano empieza a reacomodarse, reflejando la nueva realidad política. De ser así, Eva Copa podría quedar en la mira de magistrados que quieran complacer a Evo.

El líder del MAS acrecentó su rencor contra la dirigente aimara cuando ella se resistió a deponer su postulación a la alcaldía de El Alto y a alinearse con Zacarías Maquera, el candidato que él había impuesto.

Copa aplastó en las urnas a Maquera, propinando una dura derrota a Evo Morales, quien había encabezado caravanas y actos en El Alto acusándola de traidora.

Que los magistrados hayan asumido la versión que el ex presidente da sobre su caída puede ser el preludio de persecuciones políticas a quienes marque como “enemigos”.

Esto no implica que la calificación de “golpe de Estado” sea sólo el instrumento de una cacería de brujas. Los trágicos sucesos del 2019 no se agotan en la afirmación de que hubo golpe de Estado. Tampoco en la negación de que eso haya sucedido.

Hubo golpe de Estado, pero eso no libera de responsabilidad al propio Evo, ni convierte en delito la conformación de un gobierno de transición hacia nuevas elecciones.

Los acontecimientos fueron la derivación de una maniobra fraudulenta, que posiblemente alteró el escrutinio. Más allá de que se haya alterado o no, la interrupción del conteo de votos cuando el resultado implicaba una segunda vuelta en la que Evo podía ser derrotado por Carlos Mesa, sólo puede explicarse como maniobra fraudulenta. Por eso cuando el conteo se reinició, la elección ya estaba arruinada y el estallido de protestas era su consecuencia inexorable.

En ese caos causado por la maniobra fraudulenta, el extremismo ultraconservador liderado por Luis Camacho lanzó turbas violentísimas que quemaron casas y secuestraron familiares de funcionarios, legisladores y dirigentes del MAS. El brutal linchamiento de una alcaldesa masista a la que cortaron sus trenzas y arrastraron por las calles embardunada con pintura, es una de las tantas pruebas de la ferocidad desatada para forzar la renuncia del presidente.

Camacho inició su violenta cruzada desde Santa Cruz, enarbolando una Biblia que luego levantó Jeanine Áñez, en señal de victoria, al ingresar al Palacio del Quemado.

Que el general Williams Kaliman, comandante en jefe del ejército, haya aparecido en cadena recomendando al presidente que renuncie, también es Golpe de Estado. Lo que en realidad hizo ese jefe militar es anunciarle al mandatario que las Fuerzas Armadas no harían absolutamente nada contra las turbas que estaban actuando como guerrillas urbanas.

Pero a diferencia de Hugo Chávez en el golpe del 2002, Evo Morales renunció y escapó del país. Bolivia había quedado al borde de un abismo. Si Eva Copa y otros legisladores del MAS no hubieran aceptado un gobierno interino a cambio de nuevas elecciones, podría haber estallado una guerra civil. Y cuando Áñez dejó de actuar como mandataria interina, ordenando brutales represiones y tomando otras decisiones arbitrarias, Eva Copa la enfrentó desde el Senado y logró que el proceso de transición desembocara en las elecciones que convirtieron en presidente a Luis Arce.

En noviembre del 2019 hubo golpe de Estado en una Bolivia en la que Evo Morales había atacado la institucionalidad, primero invalidando un referéndum que le impedía postularse para otro mandato, y después interrumpiendo el escrutinio en una maniobra evidentemente fraudulenta.

Cuando abandonó México y pasó por Cuba antes de radicarse en Argentina, Morales adoptó una versión de los hechos (probablemente pergeñada en La Habana) en la que él no tuvo ninguna responsabilidad en la cadena de estropicios que provocaron el caos en el que se produjo el golpe.

Aplicando esa versión incompleta, la Justicia que acaba de encarcelar a Áñez, podría ir luego por Copa: la Eva que derrotó a Evo.

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